Miraflores profano, religión y censura

Por Javier Lizarzaburu. Periodista

Después de visitar este fin de semana la muestra de Cristina Planas en la galería Luis Miró Quesada de Miraflores, que por cierto me gustó y conmovió, traté de entender el absurdo escándalo en que se ha visto envuelta y que le costó la cabeza a su director, Luis Lama. Un costo que la autoridad municipal prefirió pagar antes que defender una cuestión básica de libertad creativa, de tolerancia y de visión de un distrito moderno.

No soy crítico de arte. Escribo como ciudadano, como alguien que se indigna no por la presencia de grupos como Tradición y Acción, que tomaron como ofensa la muestra de Planas. No. A ellos los respeto porque tienen derecho a expresar su punto de vista. Incluso, aunque no esté de acuerdo, a pedir que se cierre la muestra, como de hecho lo hicieron.

Lo que me indigna es una autoridad municipal débil, para la que el calendario se quedó en 1545. En ese año la jerarquía católica dio inicio al Concilio de Trento como una reacción a la reforma luterana, y terminó como una reafirmación de la tendencia más ortodoxa dentro de la Iglesia. Aquí, por ejemplo, se eliminó el matrimonio de los sacerdotes y se empezó a elaborar una lista de libros ?prohibidos?. Para sus más críticos, se sentaron las bases de la intolerancia social y religiosa que dominó los siglos siguientes.

A pesar de que el arte de la contrarreforma fue el magnífico arte barroco, durante el concilio se redactó el decreto de las imágenes sagradas, que define cómo se tiene que representar lo divino. ?Nada profano, nada deshonesto?. Por alguna razón que no alcanzo a entender, la desnudez pasó a convertirse en materia de ofensa. Es así que lo primero que hicieron fue proscribir...

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