Mil y una noches (de toque de queda)

Por marioGhibellini

El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.La cuarentena, según parece, será relajada en alguna medida a partir del primero de julio. Pero no porque los contagios hayan disminuido o como consecuencia de alguna secreta victoria del Gobierno sobre la epidemia del COVID-19, sino, más bien, porque este ha fracasado en su esfuerzo por contenerla y ya no puede impedir el reinicio de las actividades económicas en el país… como no sea, claro, con las trabas burocráticas de su plan maestro ?Atranca Perú?.La caída registrada por Ipsos de 10 puntos porcentuales en la aprobación presidencial en el último mes (y de 17 desde que empezó el aislamiento social) da, ciertamente, cuenta de ello.?Los heraldos verdes?Una cosa, sin embargo, es que la cuarentena se relaje y otra muy distinta, que el toque de queda se acabe. De hecho, los ministros de Defensa e Interior han proclamado esta semana su convicción acerca de lo indispensable que resultaría extenderla hasta una fecha ignota. Y ya sabemos que ellos son algo así como los heraldos verdes del régimen. Es decir, los encargados de anunciar las cuotas de innecesaria supresión de las libertades públicas que el Ejecutivo nos va a encajar en el futuro inmediato so pretexto de la emergencia.Si nos esperan, entonces, mil y una noches más de encierro forzoso, más nos vale abastecernos de historias para contar antes de entregarnos al sueño al terminar cada jornada. Y en esta pequeña columna, queremos contribuir con un improvisado aporte a la urdimbre de fábulas que sin duda se irá tejiendo entre nosotros noche a noche, mientras los uniformados reparten sopapos entre los que osen tomar aire fresco bajo la luna.Pero vayamos con la historia. Para estar en sintonía con el universo que sugiere el título de esta columna, imaginemos un sultán: el sultán de Swing (si hubo un rey de Siam, ¿por qué no podría haber un sultán de Swing?), que se dolía con su visir Florilegio de la incomprensión de su pueblo. Los visires, como se sabe, eran una suerte de primeros ministros en algunos antiguos reinos del Medio Oriente; y a este hemos decidido llamarlo Florilegio porque se expresaba en una jerga en la que convivían el remilgo y la burocracia.Habíase abatido por esos tiempos una peste contumaz sobre la comarca y ninguno de los edictos del soberano...

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