La memoria en otra parte

Por Patricia Del Río

Hace unas semanas nos dijeron que Gabriel García Márquez, el Nobel del ?boom?, el escritor más latinoamericano que haya parido este lado del mundo, estaba senil, olvidadizo, amnésico, despistado. Llámenle como quieran. Lo cierto es que no vemos un nuevo libro de Gabo desde el 2004 y para nadie ha sido una sorpresa que a sus 85 años el escritor ya no está para multitudes, y que prefiere completar las lagunas de su memoria mirándoles la cara a los suyos en lugar de enfrentar gigantescos auditorios de desconocidos.

¿Qué queda en la cabeza de un escritor cuando el olvido empieza a apoderarse de la memoria? ¿Cómo hace una mente confundida para discernir la realidad de la fantasía, cuando su oficio fue siempre entreverarlas? ¿Cómo pedirle al juicio, a la razón que distinga a la abuela Tranquilina de la matriarca Úrsula? ¿Pasea su mente por Macondo o por Aracataca? ¿Pide consuelo a Mercedes Barcha o a Fermina Daza? ¿Lo acompaña a ver el mar su abuelo Nicolás o alguno de los Aurelianos? Imposible saberlo.

De García Márquez ya no recibiremos grandes novelas, ni provocadores discursos burlándose de la enrevesada ortografía del español, ni magníficas crónicas periodísticas en las que cualquiera de sus personajes, en apariencia insignificantes, era capaz de cobrar grandeza. Y es que cuando el colombiano volteaba a mirar algo, ponía el ojo y la pluma en el detalle para arrancarle poesía a una mirada triste, o la violencia más descarada al rastro de sangre en unas mugrientas uñas.

Ya da lo mismo ponerse a especular cuán senil está Gabriel José de la Concordia García Márquez. De nada nos sirve. Los cierto es que nosotros ya no tenemos quien nos escriba y tampoco podemos disfrutar de sus ocurrencias, su extravagantes entrevistas, su...

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