Redoble de tambores por Manuel Morales.

AutorJ
CargoCULTURA

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

  1. Belleza inmediata de un retazo en el tiempo

    Y está sentado en la cabecera de la mesa de la cantina > en la cuadra tres del jirón Huancavelica, en el Centro de Lima. Y se ha desabotonado la camisa y luce un bivirí blanco impecable cuando se concentra en el destino de ese rodar de los dados desde su cubilete, al que atrapa con fiereza. Y junta las cejas, frunce el ceño y enciende su mirada preparado a construir su próximo juego que sí abate el azar. Y gana, como toda la noche, pero no celebra. Sereno, arrima sus palos de fósforo cerca de su vaso y nos mira. Luego dice: > y apenas ubica a Chontril, el mozo, pide dos cervezas con los dedos, como ese viernes, como todos los viernes que lo hemos visto llegar desde Chiclayo a la casa-colectivo que está ahí no más, en el segundo piso y que regenta Jorge Pimentel.

    Hoy ha llegado más temprano y, ahora solitario, se ha ubicado en la misma mesa de todos los fines de semana y nos está esperando. Y cuando a las carreras preguntamos por él nos dicen que ya está abajo, con el cubilete, con la mesa perfecta y siempre las dos cervezas. Y bajamos a los trancos y lo abrazamos como al hermano mayor y nos pide que le contemos qué ha pasado. Y nada, que el país está revuelto, en pie de lucha, que apareció un gremio de pescadores fachos, y sonríe tranquilo, que él sabe de ese asunto, que él es sociólogo medio tiempo y qué de huelgas y sindicatos no han pasado por su gabinete. Que es detector de moñas y entuertos allá en el norte porque trabaja en Sinamos. Y se pega un 'espich' de coyuntura política y rápido saca un gancho de zurda: Y más rápido todavía lo cita: >. Y celebramos el júbilo de tener como amigo a ese hombre que llega desde el norte con su poesía y el cuajo de sus cinco dados, por verlo otra vez seduciendo toda la vida y a dentelladas toda la noche. Y dice que arriba, en su mochila, hay un king kong de dos kilos, que hay que dividirlo entre el Juan Ramírez, el Zambo Verástegui, Jorge y yo. Y le contamos que estamos preparando el I Congreso de Hora Zero para julio. Y vivimos intensamente aquel 1971 y Lima no es la ciudad que uno quiere, pero igual, la soporta y a los navajazos la poetiza porque existe una cultura del caos y hay que pegar en el lugar seguro y con actos rotundos y contundentes.

    Cuando nos arrojan del bar, el hombre menta la madre, amenaza al dueño pero luego lo toma en brazos, le habla al oído y pegan la carcajada. Después, que cuídense mucho y detiene un taxi, paga y...

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