Mala educación

Por Patricia Del Río. Periodista

Cada vez que se aborda el tema de la educación privada en el Perú, se cree que hablamos de una élite que puede acceder a ella. Sin embargo, estamos perdiendo de vista que, por lo menos en Lima, la posibilidad de pagar una escuela privada está cada vez más al alcance de las mayorías. En un estudio preliminar sobre el futuro de la escuela pública en nuestra capital, el especialista Ricardo Cuenca señala que en esta ciudad el ingreso per cápita es 58% superior al resto del área urbana y 72% más que en zonas rurales. Si a este mayor poder adquisitivo se le suma una importante oferta en educación básica producto de la liberalización de este servicio público durante el gobierno de Alberto Fujimori, lo que tenemos es que la mayoría de escuelas en Lima son privadas. Como bien señala Cuenca, esta oferta, cuya demanda más alta se encuentra en distritos más pobres, no es uniforme y no siempre es de calidad.

La pregunta es ¿y quién las regula? ¿Quién ve lo que está pasando en esos grandes colegios de Chacarilla, en los mal llamados colegios preuniversitarios o en esas escuelitas hechas en el segundo piso de una casa en Comas? Por años la respuesta del Ministerio de Educación ha sido nula. A los padres los mandaban al Indecopi a resolver sus líos, y así quedaba reducida la relación colegio-familia a la de cliente-empresa.

Los más fregados de esta desnaturalización de un servicio público fundamental han sido, por supuesto, los niños. Cada vez más los colegios se sienten con derecho de exigirles a los alumnos habilidades que no corresponden a su edad. Los padres, además, se tienen que someter a cuanto capricho se le ocurra al director, porque detrás de su hijo hay decenas esperando que se libere una vacante.

Tal vez una de las expresiones más perversas...

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