La madre de todas las reformas

Por Jaime De Althaus Guarderas

Hay un contraste notorio entre la magnitud de las metas y reformas que se ha propuesto el gobierno de Ollanta Humala, y los medios gerenciales y políticos que dispone para alcanzarlas. Incorporar a todos los maestros a la carrera magisterial, para que, en adelante, todos sean evaluados, es lo correcto, pero supone una capacidad de gestión que, por el momento, no existe. Modernizar la policía será una tarea titánica. Lo mismo puede decirse de la próxima ley de servicio civil, indispensable para ordenar e introducir la meritocracia en un amplio sector del aparato público, que debe ir de la mano con la efectiva aplicación de los presupuestos por resultados, reformas que, de aplicarse bien, transformarían por completo el aparato público, pero demandan una capacidad gerencial y profesional que no existe en un Estado que ni siquiera es capaz de gastar su presupuesto de inversión y menos aun gastarlo bien, y cuyos funcionarios no toman decisiones o estas se demoran por la cantidad de regulaciones o por prejuicios ideológicos.

Entonces, la madre de todas las reformas tendría que ser un shock de gestión: incorporar al Estado un cuerpo suficiente de profesionales y técnicos bien pagados, capaces de llevar a cabo esas tareas, pero simplificando radicalmente trámites y regulaciones que traban los procesos.

Reducir la pobreza al 15% el 2016, como se propone el gobierno, sería extraordinario, pero para eso el Estado tiene que ser capaz de acelerar las obras de infraestructura que incrementen nuestra competitividad y lograr que se ejecuten los grandes proyectos mineros. Mucha más inversión minera traería consigo muchos más recursos para reducir brechas.

Pero en eso nos tropezamos ya no solo con debilidad gerencial, sino...

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