El machismo en el Perú: indicador de pobreza

Por EduardoGastelumendiLa indignación que sentimos frente a las salvajes agresiones a mujeres como las que recientemente han ocurrido en Lima (por fuego y arma blanca) es comprensible. La violencia de esos hombres enloquecidos por celos o despecho nos dejan perplejos y despiertan en nosotros emociones también violentas, como deseos de venganza. Si queremos entender qué lleva a los agresores a actuar así, de una manera tan desalmada, encontramos explicaciones posibles, pero parciales y quizá hasta erróneas: una enfermedad psiquiátrica del atacante, el vivir en un país violento (?de violadores?), el machismo. Como se trata de un tema complejo y que despierta tantas pasiones, al evaluarlo es fácil caer en la tentación del pensamiento dicotómico (hombres contra mujeres, machistas contra feministas), que no ayuda ni a su comprensión ni a su solución. Estos repudiables casos de violencia son el extremo más visible de una condición emocional poco desarrollada, infantil y, por ello mismo, enferma de nuestra sociedad. Una de las muchas facetas de esta condición, la que ahora nos ocupa. Como el machismo está vinculado directamente con la sexualidad y la agresión (dos instintos fundamentales para el psicoanálisis), la manera como nos acercamos a este asunto despierta inevitablemente emociones muy fuertes. Es que, a diferencia de los demás animales (cuyo funcionamiento social va más de acuerdo con su biología), en los seres humanos los instintos se expresan no solo en el cuerpo sino también en la mente, en nuestro psiquismo (qué pensamos y cómo sentimos), en la personalidad (cómo somos) y en la manera como nos relacionamos con los demás (la sociedad). Por ello, podemos considerar al machismo como un importante indicador de nuestro desarrollo cultural, como individuos y como sociedad. Duele decirlo ?y más aun saberlo? pero en este sentido estamos aún muy mal en nuestro Perú. El individuo machista comienza a serlo desde el hogar, asumiendo como natural la manera como los padres se tratan entre sí, cómo se valoran mutuamente, en la forma cómo discuten y cómo resuelven sus diferencias y se reconcilian. Y, por supuesto, en las diferencias que se expresan en el distinto trato a hermanitos y hermanitas, así como en las conversaciones cotidianas, en el lenguaje que se usa al referirse a hombres o mujeres y en la carga emocional y valorativa que conlleva. Los...

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