Más mal que bien

Por Gabriela Camacho. Analista InternacionalEl uso de armas químicas contra la población siria por parte del ?gobierno? de Bashar al Asad era la línea roja que Occidente había declarado como el punto de no retorno, tras el cual una intervención militar sería inminente. Todo indica que esa línea ha sido cruzada la semana pasada, aunque todavía no se haya comprobado si por orden del propio Al Asad o por decisión de algún subalterno. Si bien es cierto que el uso de armas químicas es no solo moralmente reprimible sino una clara violación del Protocolo de Ginebra del que Siria es signatario, una intervención difícilmente mejorará la situación que viven en estos momentos los civiles de dicho país. No queda claro cómo se lograría que los ataques sirvan para impedir cualquier uso futuro de armas químicas. Primero, porque el arsenal químico no puede eliminarse mediante bombardeos, pues esto solo lograría que el material tóxico se disperse. Segundo, porque arrinconado el régimen de Al Asad, este podría incrementar sus ataques con armas químicas en vez de disminuirlos. Incluso en el hipotético caso de que el arsenal químico o las armas que facilitan su uso sean destruidos, esto no significa que los ataques contra civiles y la violencia indiscriminada vayan a disminuir.De hecho, un estudio reciente de Wood, Kathman y Gent encuentra que las intervenciones militares en contra de los gobiernos tienden a incrementar las muertes de civiles a manos de estos casi un 40%, incitándolos a mayor violencia en contra de la población para contrarrestar su pérdida relativa de poder. Las recientes declaraciones de Al Asad en las que aseguraba que Siria saldría victoriosa de una eventual intervención son reveladoras de su intención de seguir luchando. Ataques quirúrgicos a la distancia sin un despliegue en...

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