Esa locura llamada reelección

Por Pedro Ortiz Bisso. PeriodistaLas señales están por todos lados: ese bache al que solo faltaba cantarle happy birthday porque después de tantos años hasta le había agarrado camote de pronto desaparece bajo una gruesa capa de asfalto. El cerro de basura cuya altura crecía a diario, atrayendo a roedores y demás inquilinos precarios al barrio, ¡zas!, ya no existe más. O esas cámaras minúsculas que, de un momento a otro, cuelgan de postes o alguna cornisa, dizque para velar por la seguridad de la calle, luego de tres años de desesperante olvido. La campaña electoral ya se vive en Lima. Lo sabemos por esos horrorosos cartelones suspendidos en los postes o clavados sobre cualquier berma, que muestran rostros sonrientes, la mayoría desconocidos, que ofrecen de todo como tienda en remate. Lo sabemos, sobre todo, por el súbito movimiento que adquieren ciertos distritos, luego de años de absoluta indiferencia municipal. Como por arte de magia, no pocos alcaldes recuerdan para qué fueron elegidos y se convierten en unos loquitos por el cemento, el asfalto, las flores, la salud y la seguridad. Por supuesto, es una locura pasajera, que se detendrá de golpe la noche del 5 de octubre, cuando la ONPE señale si se quedarán cuatro años más en el cargo o tendrán que empezar a hacer sus maletas (en algunos casos, rumbo a una habitación con baño compartido, sin vista a la calle, en San Jorge o el penal de Lurigancho).Una de esas autoridades atacadas por esa locura es don Carlos Burgos, el alcalde de San Juan de Lurigancho, a quien se le ha ocurrido la genial idea de crear un fondo en favor de la seguridad ciudadana de su distrito. El dinero que se reúna a través de donaciones servirá, afirma, para pagar incentivos a quienes proporcionen información...

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