Locomotoras, bolsas, pies y senderos: imagenes del extractivismo.

AutorGudynas, Eduardo
CargoTIERRA ADENTRO

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Hoy, en toda América Latina se encuentran ejemplos del llamado extractivismo: la extracción de enormes volúmenes de recursos naturales para exportarlos a los mercados globales sin procesar o con escasa industrialización. Los casos más conocidos son la explotación minera y la petrolera.

Aunque esos emprendimientos son usualmente defendidos en términos económicos, en realidad expresan ideas mucho más profundas que una mera contabilidad y se adentran en las raíces de nuestras culturas. Se defiende en unos casos la minería, en otros los pozos de hidrocarburos o los monocultivos, apelando a imágenes y vivencias que los presentan como beneficiosos ejemplos del progreso.

En este artículo se han seleccionado cuatro de esas imágenes. No son las únicas posibles pero están entre las más conocidas, y a partir de ellas es posible caracterizar brevemente las tendencias más destacadas que despliega actualmente este tipo de desarrollo en América del Sur. (1)

LOCOMOTORAS

Cerremos los ojos por unos minutos para invocar la imagen de una locomotora. Rápidamente tendremos ante nosotros una gran máquina, metales y más metales, con sus engranajes y calderas ardientes. Son los "caballos de acero" que corren sobre vías que penetran la naturaleza. Esta es, sin duda, una de las imágenes más conocidas de la revolución industrial europea, un ejemplo del ingenio humano basado en la ciencia y la técnica, y a la vez un instrumento de expansión capitalista.

Es una imagen tan profundamente arraigada que en nuestros días el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, la utiliza para defender el extractivismo. En efecto, su programa de gobierno otorga un papel central a una "locomotora minera" que, junto a otras, empujará los vagones de la economía nacional.

Esa imagen colombiana hace inevitable recordar los planes del presidente Manuel Pardo, quien en el siglo XIX deseaba convertir la riqueza del guano del Perú en ferrocarriles. En aquella joven república, el ferrocarril estaba directamente vinculado a los sueños de modernización inspirados en el progreso europeo. Sin embargo, la apuesta por una masiva construcción de líneas férreas, en lugar de buscar la integración de un territorio fragmentado, apuntó a vincular el país todavía más "estrechamente con los mercados e inversionistas extranjeros, a través de nuevos productos mineros y agrícolas", como advierte Gootenberg. (2)

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En las costas atlánticas sucedió algo similar desde mediados del siglo XIX, ya que las líneas férreas construyeron una geografía de penetración territorial que permitía extraer y exportar, por ejemplo, caña de azúcar y café en el Brasil, o granos, lana y carne en el Río de la Plata. (3) Desde esos años, el llamado ferroviario terminó arraigándose en la cultura sudamericana, hasta explicar los deseos de Santos de tener su propia "locomotora" minera.

La defensa de la minería u otras formas de extractivismo se repite en todos los demás países con tal firmeza que se hace evidente una primera tendencia: el extractivismo está en una fase de expansión en toda Sudamérica. Los países mineros y petroleros buscan ampliar los volúmenes extraídos, y lo hacen intensificando proyectos que ya están en marcha, sumando nuevos emprendimientos, e incluso abriendo nuevos recursos (como el litio en Bolivia o el gas de esquito en la Argentina). Se explora en sitios más remotos y problemáticos, con crecientes riesgos (sea la selva amazónica o la plataforma oceánica atlántica) y mayores impactos sociales y ambientales.

Están en marcha algunos cambios realmente profundos que a veces pasan desapercibidos. Por ejemplo, el Brasil se ha convertido en el mayor productor minero del continente. Entre 2001 y 2011 el valor de su producción minera creció 550%, alcanzando en 2011 un estimado de 50 mil millones de dólares. Los principales minerales extraídos suman más de 410 millones de toneladas, superando a todos los países andinos sumados. (4)

Pero todos desean ser mineros, incluso aquellos países que no lo eran. En el Ecuador, el gobierno de Rafael Correa acaba de firmar acuerdos para comenzar la explotación de cobre a gran escala (yacimiento Mirador), y en el Uruguay, la presidencia de José Mujica está promoviendo una megaexplotación de hierro (proyecto Aratirí).

Sea de izquierda o derecha, progresista o conservador, cada uno busca su propia locomotora extractivista. Esto permite señalar una segunda tendencia: la renovación política representada por la izquierda no rompió con el extractivismo, y si bien introdujo algunas reformas, de todos modos lo mantuvo. Es cierto que lo ha cambiado y su extractivismo es distinto al de los gobiernos conservadores, pero lo volvió funcional a sus aspiraciones de crecimiento económico. Entre las diferencias más importantes se encuentra una mayor presencia estatal en varios casos (como pueden ser las empresas petroleras nacionales), la aplicación de regalías o tributos más altos en ciertos sectores (como sucede con los hidrocarburos en Bolivia, el Ecuador y Venezuela), y se postula que esos emprendimientos son necesarios para financiar distintos programas de lucha contra la pobreza (expresados en pagos financieros mensuales típicos en casi todas las naciones). Es un neoextractivismo progresista que exhibe cambios importantes, pero que de todos modos defiende una locomotora extractivista para alcanzar el "progreso". (5)

Bajo los gobiernos conservadores, se le da un impulso inicial a ese tren y se espera que siga su marcha en manos de...

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