Literatura gitana: una entrevista a Santiago Roncagliolo.

AutorCruz, Jorge Luis
CargoEDAD DORADA - Entrevista

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Cuando decidí entrevistar a Santiago Roncagliolo, miles de kilómetros de distancia nos separaban. Yo estaba en Lima y él en Barcelona, ciudad donde reside, a dos semanas de asistir a la Feria del Libro en Santiago de Chile, en noviembre.

Respondiendo un correo electrónico, me dijo que si quería entrevistarlo le podía enviar las preguntas por e-mail, pero que si quería hablar con él por teléfono debía esperar unas semanas. Había un segundo problema: si le enviaba las preguntas en un correo electrónico era probable que todo se convirtiera en un cuestionario. Además, tenía que cruzar los dedos y esperar que luego de responderme la primera batería de preguntas, tuviera la paciencia y el buen humor para responderme otras cuatro repreguntas en un nuevo correo. Primero le envié treinta. Me dijo <> y todas respondidas al detalle. Luego le envié las otras cuatro y las contestó con la misma dedicación.

Existía, sin embargo, un tercer problema, aún más crítico. A sus 31 años, Santiago Roncagliolo ha respondido tantas entrevistas que parece imposible sacarle algo nuevo, un detalle inadvertido por el mar de periodistas que le han puesto un micrófono delante. Cuando ganó el premio Joven Talento 2003 de la cadena FNAC en España, su nombre empezó a ser rastreado por los medios y tomado en cuenta en el Perú y en América. Un año después era finalista del premio Herralde de Literatura por su novela Pudor, y en 2005 alcanzaba la consagración con el Premio Alfaguara por su novela Abril Rojo. Su imagen se volvió central en la literatura latinoamericana y el interés de la prensa por él aumentó. En Internet figuran más de treinta entrevistas hechas en los últimos años, la mayoría luego del premio. ¿Qué de nuevo puedo preguntarle yo? ¿Qué de nuevo puedo decir de él?

Tu historia dice que has pasado unos meses sabáticos dedicados al servicio doméstico, que has sido traductor de literatura gay (y también heterosexual) y biógrafo de un millonario. ¿Cómo tuviste oficios tan variopintos?

No puedes decirles a las autoridades migratorias europeas que eres escritor. Necesitas un contrato, y tomas el que puedas. El de empleado doméstico es un contrato rápido al que nadie pone objeciones, porque es un trabajo que los españoles no quieren hacer. Los demás empleos fueron salvavidas útiles y divertidos: mis traducciones se pueden encontrar en librerías de Lima. Hice alguna de André Gide y otra de Jean Genet. Y las memorias fueron un encargo privado. No fueron escritas para publicarse.

La experiencia del viaje ha sido siempre central en tu vida. La primera vez que subiste a un avión fue a los dos años, cuando deportaron a tu familia a México. ¿Qué sucedió aquella vez?

Creo que mi papá dijo alguna bestialidad de las suyas en televisión. O quizá fue por militar en un partido. El nunca habla mucho de eso. Sus amigos, sí. Recuerdo un pasaporte falso en el que él aparecía con barba y como ciudadano argentino. Eso me encantaba de pequeño.

¿Y en qué circunstancia se produjo el regreso?

Supongo que volvimos al Perú...

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