Lima la horrible: medio siglo después.

AutorChaparro, Manuel Cornejo
CargoHISTORIAS URBANAS

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

1

Lima se encuentra en medio de un desierto y ensombrecida por un cielo gris que sorprendió a Herman Melville, que veía cómo ese cielo plomizo y fantasmal era incapaz de producir algún asomo de lluvia. Solo causaba melancolía en la gente de la ciudad. Nostalgia adosada de criollismo, remembranza de un pasado inventado, de tradiciones sin ningún asomo de violencia. La ciudad entonces era una ciudad jardín, el anticipo de El Dorado, la villa de calesas y tapadas y corridas de toros.

Pero Lima es un desierto.

Así es el libro de Sebastián Salazar Bondy, (1) un tropel de guijarros de arena, procesión de piedrecillas desmoronadas, rayuela de incertidumbres y juicios certeros sobre las estéticas, narrativas, espacios arquitectónicos, órdenes sociales que parecen la confluencia armoniosa de tradiciones y estilos.

El libro resulta una feliz demolición del orden natural de las cosas.

2

Cuando Mario Vargas Llosa le dedica su novela La Casa Verde a Julio Cortázar, menciona el feliz adjetivo bondyano "Desde Lima la horrible" (2). Este término no solo fascinó a nuestro Premio Nobel sino a otros intelectuales nacionales y latinoamericanos que descubrían aquel velo invisible que movilizaba los engranajes funcionales de las metrópolis latinoamericanas.

Pocos libros han impuesto su mirada sobre Lima de tal manera que su título asome como símil de la ciudad y esboce un adjetivo tan contundente e indesligable de las tres veces coronada villa. Ninguno de ellos a la altura de Salazar Bondy, que a partir de una mirada crítica desploma el imaginario predominante de la ciudad y augura los años venideros: los futuros conquistadores provincianos, la huida al sur de la aristocracia limeña, la fragmentación de la ciudad, el regreso de los antiguos pobladores de huacas y adoratorios. El pachakuti posmoderno, collage de calles y cerros protectores que compite con el pasado presente, aquel que adormila sueños y prorroga las lides del futuro.

3

Aunque ha transcurrido medio siglo desde su publicación y la ciudad ya no sea un monstruo de un millón de cabezas--como afirmaba Congrains--sino de casi nueve millones, se respira en ella el espíritu de la capital. Sí, las cosas han cambiado enormemente pero también hay permanencias como esta saturación del pasado. Ciertos ritos que no cambian: procesiones, corridas de toros, la mirada nostálgica de la aristocracia limeña en algunas revistas y programas de televisión: un espacio para contemplarse y verse solo a sí mismos, negando lo visible: la vorágine de personas venidas de las provincias que han conquistado la capital: comidillas, últimos chismes, nuevos enamoramientos de esa sociedad endogámica y claustrofóbica. Como en la época en que Salazar Bondy escribió su fundacional obra, se pasean los descendientes de las aristócratas familias limeñas en los salones del Regatas Lima o en Asia, y en octubre, miran afables la cámara fotográfica en los tendidos de sombra de la plaza de toros construida por el virrey Amat.

4

Pero Lima la horrible ya no es solo una Lima. Por lo menos hay cuatro Limas o suyos que no necesitan de ningún chaupi o centro que las module. ¿Qué articula la ciudad? ¿Qué es ser limeño? Nuestra identidad colectiva constituye un no ser. Solo somos aquello que no somos ni aquello que anhelamos. Nuestra identidad es tan sólida como la neblina proveniente del mar, encajonada entre nuestra ciudad y los cercanos contrafuertes cordilleranos. Ese aire mediocre, tristón y soledoso, condiciona una psicología peculiar, afirma Salazar Bondy. Eso queda en las canciones que ahora ya no son solo valses sino cumbias y otras melodías que detrás de su tono alegre llevan el estigma de la fatalidad encarnada.

Así somos los limeños, títeres de este cielo gris y este invierno de pecera que nos confina en los cines o en...

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