Lima, ¿creciendo con la naturaleza?

Por Jorge Ruiz De Somocurcio. *

El domingo pasado, El Comercio daba cuenta de un fenómeno inusual en Lima: una zona del valle de Lurín ?Pachacámac viene desarrollándose con un modelo de crecimiento y expansión urbana totalmente amable con la naturaleza. Para una ciudad con un promedio de 2 m2 de área verde por habitante, que ha crecido destruyendo sus valles y parques, parece inaudito. Este modelo que se extiende hasta Cieneguilla, ilustra cómo mantener verde puede ser más rentable que urbanizar, promoviendo un mix de áreas residenciales de baja densidad con 80% de área libre, casas huerta, restaurantes que trabajan con productos orgánicos y un río como columna vertebral, camino a su recuperación.

¿Por qué no ocurrió lo mismo en los valles del Rímac y Chillón? Porque el valle de Lurín tuvo la ordenanza 310-2001 dada en la gestión de Alberto Andrade y consensuada con los alcaldes de Cieneguilla, Lurín y Pachacámac y la sociedad civil que sirvió de pararrayos a la enorme presión urbanizadora.

El Rímac y el Chillón no cuentan con ese marco salvador y más bien son víctimas de una doctrina inmobiliaria vigente hasta hoy, que asume que los valles de Lima son para sembrar cemento. Esta presión urbanizadora continúa tanto formal como informalmente. Los domingos, a lo largo de la carretera a Canta, se instalan ilegales casetas de venta de áreas agrícolas: ?Separe su lote con US$ 50? rezan los avisos.

Y el alcalde de Carabayllo no se quiere quedar atrás y promueve un proyecto de zonificación que urbaniza...

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