Lima, arcadia colonial o arcadia del espanto.

AutorOjeda, Rafael
CargoHORRIBLE, OYE

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Desde un 18 de enero de 1535, día en el que Francisco Pizarro la fundara sobre los dominios de Tauri Chusco, curaca del Rímac, Lima, otrora "Ciudad de los Reyes", que fuera la capital colonial más importante de esta parte del continente, ha experimentado sucesivas transformaciones. Desde su configuración inicial, que obedecía a un ordenamiento romano, en forma de damero, a la imagen de "ciudad amurallada" contra los ataques de los filibusteros, en 1685, la idílica idea de "ciudad jardín", de referencias urbanísticas anglosajonas, heredadas de la utopía urbana de Ebenezer Howard, para convertirse en una ciudad expansiva, afectada por la informalidad, la incompletitud, la explosión demográfica y una inacabable reconstrucción.

Lima se presenta hoy como una ciudad fragmentada, como foco de pugnas políticas, económicas, sociales y culturales, con comunidades que coexisten en diversidad, excluyéndose e influenciándose recíprocamente, en un conglomerado de culturas diversas, espacios físicos, estilos y modelos constructivos que han ido determinando su actual imagen de megalópolis policéntrica, multicultural y posmoderna.

Cambios estructurales que han obedecido, la mayor de las veces, a políticas urbanas deficientes --cuando las hubo-- y a un crecimiento sustentado en la aleatoriedad pura. Algo que está planteando desafíos nuevos en vista de la pauperización de los lugares tradicionales y el crecimiento desmedido y caótico de sus periferias debido a la incursión de migrantes económicos y de oleadas de migrantes involuntarios desplazados por la guerra interna, en una cartografía metropolitana desbordada y que continúa expandiéndose sin ninguna planificación.

En términos políticos, esto ha significado para Lima el advenimiento de una suerte de "reino de lo imprevisible", donde gran parte de la población prefiere optar a partir de contingencias cotidianas, desbordándose una política de improvisación sin límites ante la ausencia de estudios de impacto urbano para las labores de modernización, las que obedecen más bien a una visión economicista de desarrollo que conlleva el descuido estético y el deterioro visual del patrimonio histórico.

Tal vez por ello debamos detenernos en esa ciudad visible, que, como metrópoli emergente, contradictoriamente ha ido perdiendo esa imagen tradicional e idílica que la caracterizaba. En un contexto trascendental debido a los conflictos políticos y sociales que la afectaron, paralelamente al inicio de su proceso de modernización se iniciaba la desarticulación y colapso de su imagen clásica de "arcadia colonial".

DE ARCADIA COLONIAL A LIMA LA HORRIBLE

La pretensión de recorrer nuestra capital y los laberintos históricos de sus representaciones ha despertado sentimientos encontrados, pues en poco más de medio siglo la aclamada "Ciudad jardín" de entornos Art Nouveau, de idílicos parques y jardines, característicos de nuestra república --aunque desde sus inicios Fray Reginaldo de Lizárraga había dicho que "no parece ciudad, sino un bosque, por las muchas huertas que la cercaban"--, perdió definitivamente esa áurea imagen de "arcadia colonial" con la que cientos de viajeros europeos la habían representado, y que Bertolt Brecht refirió tardíamente como "Lima la dorada". Ciudad añorada aún con nostalgia por la sensibilidad criollo-tradicionalista de nuestros días.

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Mas esa despedida, ya prevista hacia 1921 en Una Lima que se va de José Gálvez ante el inicio de las demoliciones de los clásicos lugares de la vida antigua y el comienzo de un avasallante proceso de urbanización, que irá desapareciendo los espacios capitalinos dedicados a la agricultura durante toda la segunda mitad del siglo XX, significará el tránsito y la clausura definitiva de la noción de ciudad tradicional, celebrada aún como una suerte de "arcadia colonial" por los gustos aristocráticos que subsistieron a las primeras décadas de la era republicana, hacia la configuración actual de la ciudad convulsionada por el "desborde popular" y los nuevos sujetos sociales que han determinado esa nueva y profana imagen limeña de urbe caótica, plural e híbrida. Es decir, un tránsito en el que la capital ha dejado de ser la aclamada ciudad jardín para convertirse en "Lima la horrible", frase que sintetizará apropiadamente la actitud de sus pobladores finiseculares. En una ciudad que, a pesar de ser conflictivamente amada, no ha dejado de ser objeto de denuestos y origen de resentimientos.

Lima la horrible es el título de un libro de Sebastián Salazar Bondy, tomado de un verso de César Moro, que ha servido para definir esa actitud...

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