La ley y las aguas

Por FernandoBerckemeyer

Desde hace unos meses el Perú vive un momento político cargado, por igual, de esperanza y de peligro.Hay una ola anticorrupción que no solo viene siendo más duradera y activa de lo que suelen ser los sentimientos ciudadanos; sino que, bien corrida por el presidente Martín Vizcarra, ha abierto la puerta para una de las reformas estructurales más necesitadas y postergadas del Perú: la de todo el sistema de justicia.La apertura de esta puerta es una noticia particularmente buena pues supone ir al fondo del problema: no quedarse únicamente en combatir la corrupción del momento, sino poner los cauces para que esta sea más difícil ?y para que haya más justicia? en el futuro. Y no solo la corrupción ?grande?, como la de los políticos y Lava Jato; sino asimismo la más cotidiana y ciudadana, que es omnipresente en los países donde la precariedad de las instituciones encargadas de hacer valer la ley crea permanentes incentivos para el aprovechamiento y el atropello.Hasta ahí la esperanza. Ahora el peligro. La indignación anticorrupción no solo puede alimentar un esfuerzo para reformar las instituciones; también puede desviarlo y ?paradojas de la vida? corromperlo. ¿Cómo? Haciendo que importe acabar con los corruptos sin importar cómo. Es decir, ignorando normas y garantías que pasan a ser vistas como exquisiteces técnicas en el camino de la justicia y la refundación del futuro. Un riesgo que solo se multiplica cuando a esta indignación se suman las pasiones e intereses de la política, como necesariamente ocurre cuando quienes están frente a los jueces son los principales políticos de un país.Los ejemplos de este no-importa-cómo, son ya varios y notorios. El más reciente fue el proyecto, presentado por el gobierno al Congreso, para sacar de sus puestos por medio de una ley a los fiscales supremos que, reunidos en una junta, conducen el Ministerio Público. Si esa ley no iba a ser una violación de la autonomía constitucional de esa institución, no sé qué podría serlo.Hay caminos dentro de la Constitución, como el de la acusación constitucional, para remover a un fiscal supremo. Es verdad que eran más largos y fastidiosos, pero no violaban las reglas del juego.Otro ejemplo es el de la carcelería de Keiko Fujimori (y antes la de los Humala), quien cumple 36 meses de prisión preventiva. Lo que pienso sobre la conducta de Keiko Fujimori y quienes la rodean, incluyendo su malintencionado y matonesco uso del enorme poder que alcanzaron...

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