Leonela

Por gustavoRodríguez

Sur de Bogotá. A las 9 en punto de esa noche, Diana y su novio estaban cerrando la puerta de su garaje, cuando oyeron unos disparos. El novio cayó herido y a los pocos segundos Diana constató, aterrada, que había dejado de respirar. Una vez que llegaron al hospital donde ambos trabajaban ?ella como enfermera y él como conductor de ambulancias?, sus compañeros no pudieron revivirlo: tenía destrozada una arteria pulmonar.Los investigadores señalaron que se trató de una bala perdida durante una cobranza por drogas y así lo confirmaron los dos testigos: el taxista contratado por el asesino y el individuo que se había salvado milagrosamente del sicario, pues había huido cuando a este se le trabó la pistola. Diana protestó: los disparos a su novio habían sido cuatro, ¿cómo podía ser una bala perdida? Fue entonces cuando Diana, oponiéndole al dolor una voluntad titánica, decidió convertirse en la detective extraoficial del caso.Ahora que he escuchado su testimonio gracias a Radio Ambulante ?ese estupendo podcast?, sé que lo que siga escribiendo nunca igualará a la emoción de su voz, y pido disculpas.Resuelta y aguerrida, Diana ubicó las cámaras de vigilancia de su barrio, estudió horas de grabación; vio estupefacta y desde todos los ángulos las circunstancias de la muerte de su novio y, cuando tras su insistencia, la policía bogotana por fin le mostró el rostro de quien los testigos señalaban como el asesino, quedó impactada: se trataba de un chico alto, gordo, de 19 años, llamado Robinson Murillo, a quien no querían apresar porque era parte de una banda de microtráfico que era investigada desde hacía dos años y a la cual esperaban atrapar completa sin dar alertas.Diana...

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