El legado de Miguel Grau

Por - ?Quiero pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados (?) mejor dicho, recomendarte que todo lo poco que dejo de fortuna se emplee en darles toda la instrucción que sea posible, única herencia que siempre he deseado dejarles? Sería conveniente que dieras de cuando en cuando tus vueltas al colegio para que te informes del adelanto y conducta de los muchachos?. Estas fueron las palabras que dejó a su esposa aquel hombre, que, respondiendo a las caras circunstancias del momento, abandonó la apaciguada vida del hogar para responder a su responsabilidad como ciudadano.Esta demostración de preocupación por el futuro de sus hijos nos demuestra la alta valía humana del peruano del milenio, quien no fue el resultado casual de un evento histórico ni de una momentánea explosión de heroísmo ante las tensas circunstancias de la guerra. Miguel Grau, en Punta Angamos, aquel 8 de octubre de 1879, estimados lectores, fue la loable cúspide de toda una vida de continua lucha por vencer las dificultades cotidianas y extraordinarias que forman parte inexorable del tránsito por este mundo.Desde su niñez aprendió a hacerse hombre. Navegó por océanos y mares que le impregnaron la sabiduría del silencio, así como la humildad del experimentado conocedor. Los largos viajes rodeados de la soledad marinera cultivaron en Grau el aprecio y afecto por la vida familiar y amical. Tuvo varios y muy buenos amigos de todas las esferas sociales. Sin ser de cuna humilde ni portentosa, fue admirado y respetado por toda una sociedad que conoció sus hazañas y valores humanos.El máximo ejemplo sobre la calidad valorativa de Grau, así como de su interpretación de la guerra, fue el majestuoso acto de respetar el valor...

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