Keiko.

AutorToche, Eduardo
CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

¿Qué puede decirse del fujimorismo que no se haya dicho ya? Si la vuelta de Alan García a Palacio de Gobierno era un sueño imposible que solo tomaba forma en las febriles fantasías de ese cinco por ciento de apristas de los noventa (¿se acuerdan?), embutir el fujimorismo en la figura de Keiko no debería sonar a audacia extrema: eso que las encuestas de opinión denominan así viene teniendo una simpatía sostenida --contra vientos, mareas y jueces impecables-- desde años atrás, oscilando entre un cuarto y un tercio de los entrevistados.

A modo de paréntesis, este reto para la sociología política aún es una deuda pendiente. Sin embargo, la realidad sigue discurriendo y el deseo de unos va tomando forma de pesadilla en otros. A dos años de los comicios generales, las dupletas, tripletas y demás apuestas vienen corridas hacia los ejemplares de derecha, sin que falten combinaciones que incluyan algún defensor de sedas izquierdistas, solo para meter miedo y dejar en la partida a algún encabritado candidato.

Entonces, el primer dato para apostar por Keiko es la cancha ladeada hacia la derecha y con viento a favor. Si las cosas salen como se espera, será un vale todo entre aspirantes que tienen tras de sí partidos inexistentes, ideologías nebulosas y programas elaborados el día anterior y al gusto del cliente. Lo único cierto que se disputará son los intereses de los grupos económicos que alimentarán dichas candidaturas y, en la medida en que convenga, veremos alianzas o fragmentación. Para eso valen las encuestas de este momento: visualizan las posiciones actuales de cada candidato para nutrirlos de capacidad de negociación.

En este escenario, el así llamado fujimorismo es la expresión más prístina de aquello que hemos convenido en llamar el "sistema político peruano" para evitamos vergüenzas. No es un partido, tampoco una propuesta. Ni siquiera un estado de ánimo. Es una maquinaria que debe aceitarse bien para ponerse en movimiento y que encuentra en la desestructuración el medio ambiente propicio para reproducirse. Es su gran ventaja, porque así anula rigideces y límites, convirtiéndose en una oreja presta a escuchar y una mano lista a negociar incluso lo inimaginable.

De esta manera, Keiko no es más que el mascarón de proa de una articuladora de intereses de arriba a abajo y hacia los costados. Transversal, para ponerlo en el críptico lenguaje onegenista, e igual de mal aprendido por los "técnicos" apristas en sus talleres de...

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