Te juro, por Diosito

Por Josefina Barrón. *

Dice una tía mía, cófrade insigne de la vieja guardia limeña, que la gente distinguida no usa diminutivos cuando habla. Yo no estoy tan de acuerdo, pues los limeños ?estibadores, financistas, prostitutas, jugadoras de buraco o congresistas? se valen de diminutivos cuando quieren, cuando piden, cuando exigen, cuando dan, cuando quitan, cuando comen, cuando beben, cuando aman, cuando ?cirean?, cuando se exceden, cuando mienten, cuando insisten en encaletar un evento a todas luces escandaloso pues el te juro, por Diosito sale de la boca del marido vivalapepa, como el yo solo le di un piquito del combatiente farandulero y novio traicionero de la pantalla cada vez más chiquita y plana de nuestra televisión peruana. Qué decir del eterno espérame un ratito de la señito coquetona ante el espejo que aún no le da la cara que ella busca, y el más eterno solo un pedacito que ella misma sabe que nunca será y que he ahí el rollito, el kilito, el gordita no siempre feliz. A la pregunta de si el rocoto pica que nos hace el incauto turista holandés, la tan limeña respuesta con toques de sabrosa maldad: solo un poquito.

No sé, no sé dónde aprendimos a hablar así, en clave peligrosamente tierna, pero fue hace mucho y no solo en esos aquicito nomás de los que fuimos víctimas cuando debíamos trepar la montaña andina. Diminutivos, perdóname tía, los usaba como canchita el más grande de los héroes que el Perú ha tenido jamás, el Caballero de los Mares, Don Miguel Grau Seminario, pues él se valía de palabras como cartita, penita y cuñadito para expresarse epistolarmente. Lo sé porque he tenido en mis manos algunas de sus cartas; las originales, por supuesto. Aquí, en Lima, lo enorme y lo...

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