Juntos pero no revueltos

Por Juan Paredes Castro. Editor Central de Política

La diplomacia peruana ha salido tan fortalecida de las audiencias orales en La Haya que de pronto no puede darse el lujo de embarcarse en travesías políticas inciertas y que no sean las propias y legítimas.

Torre Tagle es consciente de los riesgos y amenazas que corre una política exterior abierta como la nuestra en un mundo que todavía no ha logrado superar compartimientos estancos.

La presencia del presidente Ollanta Humala en La Habana, dentro de una agenda oficial que contemplaba acuerdos bilaterales, pero también un gesto personal de interés por la salud crítica de su homólogo Hugo Chávez, no debería alterar en absoluto las relaciones del Perú con Cuba y Venezuela.

Otra cosa sería que un eventual desenlace fatal en la suerte de Chávez pudiera afectar más gravemente que ahora la legalidad constitucional en Venezuela, con la anuencia y complicidad de Cuba.

Ello llevaría a Humala a la situación incómoda de colocar en un plato de la balanza los sentimientos de amistad personal con Chávez y en el otro su rechazo a la involución institucional que su designado sucesor, el vicepresidente Nicolás Maduro, podría generar en Venezuela. Y a evaluar el papel coherente en fines y medios que tendría que desempeñar el Perú dentro de la OEA y de la Unasur si acaso se agravaran las cosas.

La gran pregunta que emerge del incierto panorama de una Venezuela sin Chávez es qué pasará con el eje político y diplomático que movía hasta hoy Caracas. ¿Qué va a pasar con los países del ALBA, tan comprometidos con el chavismo y con una alianza socialista de viejo cuño?

Al margen del comportamiento del eje diplomático de Caracas, que corresponderá definir a los herederos de Chávez, no sabemos si en términos más...

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