Por una izquierda civilizada (o la balada del gol perdido).

AutorFern
CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Toda esa antiorganización individual y colectiva que es el continente negro de lo social, al mismo tiempo que el efecto de servidumbre voluntaria y de silencio de masas, resulta enigmática e incomprensible para nuestros ingenuos políticos, así como para todos los sabios y los intelectuales de la gauche divine que la atribuirán a una perversa naturaleza o a alguna mala voluntad.

JEAN BAUDRILLARD, La izquierda divina

Traigo a colación esta cita de Baudrillard para comentar un polémico artículo de Alberto Vergara sobre la izquierda peruana. (1) En un tono provocador, Alberto reclama la ausencia de una izquierda civilizada en el medio. En lo fundamental, le preocupa que un conjunto de intelectuales y militantes de izquierda se acerque a Ollanta Humala y Marco Arana, hasta el momento las candidaturas más conocidas a este lado del espectro electoral. Si bien coincido con algunas de sus apreciaciones (particularmente la debilidad institucional del Partido Nacionalista y de Tierra y Libertad), creo también que su análisis resulta epidérmico y por momentos sesgado. Alberto recurre a un adjetivo polisémico, ambiguo cuando no peligroso, para referirse a un hecho concreto: la confluencia de dos corrientes políticas --el nacionalismo y el socialismo --en un contexto político y social especifico. Una lectura distraída podría asumir --en el juego de sentidos sugerido --que la izquierda local estaría negada para ser una izquierda ilustrada, moderna, contemporánea. En una palabra, "civilizada".

Su cuestionamiento principal se centra en el concubinato contra natura de los socialistas peruanos con el nacionalismo y aranismo. El acercamiento de los "ex Diezcanseco" al movimiento de Arana, y de otros tantos al humanismo, no solo contravendría el espíritu laico y anarquista (sic) que debiera tener esta corriente de pensamiento. Expresaría una felonía de la izquierda local a lo que denomina "principios institucionalistas", cuando no cierta proclividad al caudillismo autoritario. Para usar términos de nuestro amigo Dargent, unos "demócratas precarios".

Uno puede tener reparos, incluso mantener distancias, respecto de ambas candidaturas. Una de ellas --en eso coincidimos --tiene que ver con la conformación apurada de plataformas electorales, y no de partidos asentados social y territorialmente. Pero no es (no debería ser) el arrime "oportunista" de un sector de la izquierda a las candidaturas de Ollanta y Arana el principal problema a discutir...

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