Isla Amantaní: los pequeños agricultores frente a la COVID-19
Autor | Por Anel López deRomaña |
18 LA REVISTA AGRARIA / 191
La pandemia por la COVID-19 ha
generado una crisis agraria y de la
alimentación en diversos ámbitos
del país (Zegarra, 2020). Ha evi-
denciado, por ejemplo, la vulnera-
bilidad de los pequeños agricultores
familiares de la isla de Amantaní,
en Puno, cuya capacidad de acceso
físico (disponibilidad) y económico
a alimentos sucientes y variados ha
sido especialmente debilitada. En la
isla de Amantaní, ubicada en el lago
Titicaca, el estado de emergencia
signicó una doble amenaza para la
seguridad alimentaria: por un lado,
implicó la restricción en la entrada de
alimentos —como verduras y proteí-
na animal—; por el otro, suspendió,
de golpe, la llegada de turistas, cuyos
gastos eran la principal fuente de
ingresos para muchas familias. Sin
un solo caso de coronavirus en la
isla, las papas, las ocas, las habas,
la quinua y el maíz para cosechar
—más algunos pocos productos no
perecibles enviados por el Estado y
repartidos desigualmente— fueron
los únicos alimentos accesibles para
muchas de las familias de Amantaní
durante meses.
Hay aproximadamente 400 fami-
lias en esta isla, las cuales confor-
man 10 comunidades campesinas.
La agricultura familiar de subsis-
tencia es la actividad que provee
la mayor proporción de alimentos
que forman parte de la dieta diaria
en Amantaní. Las familias de la isla
han heredado y aprendido una serie
de prácticas y estrategias de obten-
ción, uso (conservación, adaptación
y transformación) y preparación de
los alimentos, las cuales, junto a
los hábitos de consumo, conguran
un sistema alimentario familiar en
constante transformación. En las
últimas décadas, varias de estas
prácticas fueron dejadas de lado y
muchos alimentos se reemplazaron
por arroz y deos, que empezaron su
ingreso a los pequeños comercios de
la isla. Asimismo, la pesca
en el lago disminuyó y las
familias, para el acceso a la
proteína animal, pasaron a
depender del mercado.
Además del acceso eco-
nómico, el acceso físico
a estos alimentos ha ido
cambiando mucho en los
últimos años, sobre todo
debido a la construcción del
muelle Chifrón, que facilitó
una mayor conexión entre la
isla y la península de Capa-
chica (a 40.5 kilómetros de
Juliaca) y, en consecuencia,
favoreció el comercio entre
capachiqueños y amantane-
ños, principalmente por la
instalación de q’atos o ferias
de alimentos dos veces por
Isla Amantaní:
los pequeños agricultores familiares
frente a la COVID-19
Anel López de Romaña1
«En esta isla no hay el virus; hay el hambre».
Agricultora de Amantaní, comunidad Santa Rosa
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