Igualados

Por Patricia Del Río

Hoy somos un país menos pobre. Lo dicen las estadísticas. Lo señalan los estudios económicos y lo vemos, qué duda cabe, en el ?boom? inmobiliario, en la cantidad de celulares que se usan en todo el Perú, o los centros comerciales abarrotados de gente. Hace veinte años la mitad de los peruanos eran pobres, hoy solo lo son un tercio. Claro, un tercio todavía significa más de 8 millones de personas, pero no podemos negar que el salto ha sido grande.

La pregunta que podríamos hacernos a estas alturas es de quién es el mérito: para los analistas el milagro se ha conseguido gracias al correcto manejo de la economía y al logro de una estabilidad social. Y eso es cierto. Sin embargo, pareciera que en el atarantamiento que nos produce esta bonanza hemos perdido de vista un factor fundamental: estamos donde estamos gracias a la suma de miles y millones de esfuerzos personales, de mujeres y hombres que se han roto el lomo por sus familias. Gracias a la chamba de quienes solo esperaban una oportunidad, un puesto de trabajo para mejorar la calidad de vida de sus hijos, el Perú ha logrado crecer. Es cierto que los gobiernos, con políticas apropiadas, pueden generar las oportunidades, pero no nos engañemos, a los pobres no los rescata del hoyo un buen ministro de Economía, a los pobres los libera su propio trabajo. Su diaria sacada de mugre.

Y es esa dimensión personal del crecimiento económico la que estamos perdiendo de vista. Pensemos en los más de 700 mil peruanos que de acuerdo con el INEI dejaron de ser pobres en el último año. Pensemos en esa mujer...

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