Las hijas de la perestroika

Por Patrick Espejo M. Enviado especial

Tokio. El Mundial tenía que acabar así, con la flaquísima y altísima Ekaterina Gamova saltando por el lado izquierdo del ataque ruso y, literalmente, clavando la pelota en el suelo brasileño. En ese instante, las rusas, poco proclives a las risas, estallaron de alegría. Explotaron como si hubiesen abierto una botella de champán. La mejor jugadora del Campeonato Mundial de Vóley Femenino terminó dando el triunfo al equipo europeo que supo tener los argumentos para ser el campeón: buena defensa, variantes en el ataque, serenidad para manejar los momentos en los que estuvieron adversas en el marcador y, claro, una jugadora desequilibrante como Gamova.

Vencieron en cinco sets al siempre complicado Brasil (21-25, 25-17, 20-25, 25-14, 15-11), como había sucedido hace cuatro años en Osaka. El sexteto sudamericano apeló a la fuerza, pero se olvidó de la alegría; quiso ganar por demolición, pero se encontró con un equipo europeo que conocía muy bien esa fórmula.

Las altas brasileñas avisaban mucho su armado y advertían a las oponentes para que taparan sus disparos. El llanto al final del partido y los gestos de aburrimiento en la ceremonia de premiación confirman el malestar de este equipo sudamericano que vino con el rótulo de...

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