Hechos y no incienso

Las fotos que publicamos en nuestra edición del sábado de varios de los 71 policías y militares que han caído en la lucha contra el narcoterrorismo desde el 2008 son estremecedoras. Viéndolas y leyendo en sus descripciones las fechas de nacimiento y muerte de cada una de estas personas, uno comprende lo corto que se queda para describir realidades humanas el lenguaje objetivo al que los diarios tenemos que someternos cuando informamos. ?71 militares y policías que han caído? suena, pese a todo, más a profesionales sufriendo un gaje de su oficio que a chicos, que en muchos casos eran todavía adolescentes hacía solo tres años, siendo asesinados en una selva inhóspita antes de poder darle siquiera una oportunidad a sus planes e ilusiones. ?1988-2009?, ?1989-2009?, ?1988-2008?.

Los civiles nos consolamos de esto hablando de muertes ?en el cumplimiento del deber? y de cómo estos soldados querían ?servir a la patria?. Pero, ¿a cuántos de nosotros nuestros ?deberes? nos exigen algo que se parezca a morir a los 22 años? Por otro lado, y sin ánimo de desmerecer ni por un segundo el sentido que muchos de ellos seguramente encontraron en su servicio al país y en los riesgos que asumían, ¿alguien puede creer que es solo coincidencia que casi ninguno de los 71 proviniese de orígenes socioeconómicos que les diesen márgenes razonables de libertad a la hora de escoger las que serían profesiones y consiguientes ?deberes?? La verdad es la que ha dicho la Defensoría del Pueblo: muchísimos de estos jóvenes voluntarios, más allá del amor por el Perú que puedan sentir, se ofrecen a asumir estos niveles de riesgo en sus vidas porque vienen de condiciones tan precarias que les hace una diferencia importante, a ellos y a sus familias, los S/.900 mensuales que en promedio reciben del Estado.

Esto ?que se trataba de personas reales, con aspiraciones normales y necesidades apremiantes? es algo que los que sobrevivimos a estos compatriotas y el Estado que nos representa debiéramos tener muy presente, en lugar de deshumanizarlos con la imagen romántica de un casi alegre sacrificio por la patria. Dedicarnos a lo segundo...

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