¿Quién habla en este país?

Por Juan Paredes Castro. Editor Central de Política

Tal parece que en el Perú todos vamos a acabar queriendo arreglar las cosas a puños, pues nadie quiere entenderse hablando.

El más vivo ejemplo de esto lo encontramos en la política: donde cada poder del Estado pretende saber más que el otro y considera que no hay mejor criterio que el suyo; donde cada grupo partidario se ha vuelto monocorde y confrontacional; y donde Gobierno y Ejecutivo no solo son dos extraños en la noche sino las 24 horas del día.

Como si no estuviéramos en una democracia se imponen leyes y decretos sin debate, como los que tienen que ver con la obligatoriedad del servicio militar. Y la molestia oficial llega a la irritación extrema cuando hay voces discordantes que expresan un punto de vista distinto, como que el servicio militar no se convierta en trabajo forzado.

El presidente Ollanta Humala trata a menudo con la bancada parlamentaria oficialista (léase Partido Nacionalista o alianza Gana Perú) pero no lo hace ni siquiera protocolarmente de vez en cuando con parte o toda la oposición. Claro que si oficialismo y oposición, con Humala de por medio, solo pudieran escucharse, sin decirse una palabra, ingresaríamos en una era de civilización política sin precedentes. Pero esa hora aún no ha llegado.

Peor todavía, si la aprobación presidencial está en alza, olvidémonos de la posibilidad de que el gobierno quiera dialogar con la oposición. Otra cosa es que el mandatario salga a algún cono popular de Lima o viaje al interior del país a darse un baño de multitud. Esto se llama comunicación efectiva fuera del circuito ideal de la palabra: quién dice qué a quién, con qué retorno y con qué efecto. Nada de eso.

¿De qué y de quién puede aprender algo un gobierno que abandona la práctica de dialogar y que solo se escucha, complacido, a sí mismo?

A la oposición tampoco le agrada la cercanía con el oficialismo. Si puede evitarla, mejor. No quiere contagio alguno con todo lo que puede...

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