La gran mentira de nuestro tiempo

Por Alberto Benegas Lynch (H). Columnista de ?La Nación?, ArgentinaEntiendo que lo más peligroso y dañino de nuestra época consiste en las dictaduras con fachada electoral. Este desbarranque lo previeron notables personalidades como Thomas Jefferson, quien advirtió en 1782 que ?un despotismo electo no es por lo que luchamos?, por ello es que, junto con los otros Padres Fundadores en Estados Unidos, insistían en la permanente desconfianza y limitación al poder como eje central de toda la filosofía sobre la que descansaba lo que fue la experiencia más fértil en la historia de la humanidad.Toda la tradición de la democracia tuvo siempre en cuenta que su aspecto medular y su razón de ser consiste en el respeto a las minorías por parte de las mayorías. Desde Cicerón, cuando apuntaba que ?el imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo?, existe la preocupación por las mayorías ilimitadas. Sin excepción, la tradición democrática ha señalado una y otra vez las amenazas para la libertad y los derechos al guiarse solo por los números. Como bien ha destacado el constitucionalista Juan González Calderón, los defensores de semejante sistema ni de números saben puesto que parten de dos ecuaciones falsas: 50% más 1% = 100% y 50% menos 1% = 0%.Mientras los votos apoyen, los sátrapas modernos siguen su trayectoria de aniquilar el progreso y destruir a las personas que mantienen su autoestima y su sentido de dignidad. Se cumple así la profecía de Aldous Huxley en el sentido de que hay quienes piden ser esclavizados a cambio de pan y circo, aunque la calidad de lo uno y lo otro se deteriore a pasos agigantados en el contexto de un espectáculo denigrante de servilismo y mansedumbre superlativa, en el que se renuncia a la condición humana, es decir, se renuncia a la libertad.Los esfuerzos por liberarse de monarquías absolutas han sido inmensos, por lo que no resulta admisible aceptar sin más la tiranía de la mayoría. Hitler es el ejemplo más ilustrativo de procesos electorales que incluyen la posibilidad de un zarpazo final extremo, pero hoy en día se exhiben muchos más, no solo en América latina con los seguidores de Chávez en diversos países y de la Rusia de Putin, sino que, con menos grosería, aparece en diversas naciones europeas y nada menos que en Estados Unidos, donde deudas y gastos públicos elefantiásicos, junto con crecientes regulaciones que asfixian la energía creadora, vienen carcomiendo las bases de la sociedad abierta...

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