Gracias ?a la vida

Por Patricia Del Río. PeriodistaEste no ha sido un año fácil. Por razones que no tienen explicación hemos visto partir, de manera violenta e inesperada, a queridos amigos, a gente buena, que luchaba con entusiasmo por sacar adelante a los suyos, por aprovechar cada segundo de sus vidas. La súbita e inexplicable muerte de Juan Lengua Balbi, Andrea Raffo y la pequeña Alba nos llenó de ansiedad, de ese desasosiego que nos embarga cuando recordamos que nuestro mundo tal cual lo conocemos puede cambiar en solo instantes. Recuerdo que el día que me enteré del accidente, en lo único que pensaba era en llegar a mi casa y apachurrar con todas mis fuerzas a mi hijo. Solo quería tocarlo, abrazar su vida, abrazar la mía.Y es que el ser humano no solo tiene conciencia de la muerte (otros animales también la entienden e incluso se apenan por ella), sino que es el único ser de este mundo que ha desarrollado conciencia de la finitud de la vida. De lo efímero de la existencia. La muerte de un ser querido nos duele profundamente porque ya no contaremos con su presencia, con su cuerpo, con su voz; pero sobre todo nos enfrenta a la realidad de que algún día seremos nosotros los que no estaremos para los demás. Por eso, uno de los rasgos más claros de la civilización son los ritos fúnebres y las explicaciones que las distintas culturas intentan darle a ese paso tan dramático que va de la vida a la muerte. El luto, las ofrendas, las técnicas de enterramiento, los espacios elegidos para dejar a los difuntos dan cuenta de un largo intento de acompañar a los nuestros en su camino a ese otro lugar donde nos esperarán. Son la forma como cerramos nuestras heridas, asumimos la partida del otro, pero conservamos la esperanza de que tal vez los volveremos a encontrar.Ayer, después de varios días de pena, de incomprensión, de desolación, los...

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