Pequeños gigantes

La semana pasada, nuestro Diario reportó que la colocación de las microfinancieras llegó a S/.24.900 millones en agosto, lo que representa un aumento de 16,87% respecto del mismo mes del año pasado. Y si bien es cierto que Lima fue la región que lideró la captación de estos préstamos, también se ha observado bastante dinamismo microfinanciero en regiones como Arequipa, Puno, Cusco, Piura y La Libertad.

Puesto que los clientes de las microfinancieras son las microempresas y pequeña empresas (mypes), lo anterior es una poderosa señal de cómo, en términos agregados, las mypes hace tiempo que han dejado de ser pequeñas en cuanto a lo que representan para la economía nacional. De hecho, según el estudio ?Estadística mype (2007)?, del Ministerio de Trabajo, las microempresas y pequeñas empresas hace cuatro años ya empleaban al 70% de la PEA ocupada y representaban el 55% del número total de empresas del país. Hace mucho, pues, que, contra lo que parecen creer algunos sectores de la izquierda tradicional, en el Perú ?empresario? no es solo, ni tampoco principalmente, el de los grandes grupos. Hoy ?empresarios? son, cada vez más, todos los sectores.

Lo anterior tendría que hacer que el esfuerzo estatal por dejar de complicarle artificialmente la vida a las mypes sea parte central de cualquier política de ?inclusión?. La de las mypes es la mejor y la más sostenible de las inclusiones: la autoinclusión.

Existen tres obstáculos fundamentales que socavan el potencial que tienen las mypes para generar empleo y producción: la informalidad, el elevado costo de la contratación en el país y las dificultades que tienen para acceder a financiamiento (más allá del proporcionado por las antes mencionadas microfinancieras).

Sobre lo primero basta decir que más del 70% de las microempresas son informales y que en total representan casi el 50% de la actividad informal empresarial. Queda claro que para ellas tiene muchos más costos que beneficios ingresar a la formalidad. Lo que es, desde luego, culpa del Estado. Él es, después de todo, el que crea todas las sobrerregulaciones que han hecho que seamos, por ejemplo, uno de los veinte países con mayor rigidez laboral en el mundo, y uno de los punteros...

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