La fundición de Lima

Por Gonzalo Torres del Pino-Publicista, actor y conductor de TV -En el acta de fundación de Lima, dentro de un lenguaje abigarrado para nuestra época, hay una frase por demás premonitoria, un feliz deseo para la ciudad que está por nacer. Una especie de decreto mágico que, sin embargo, aún no se ha realizado del todo: ??que será tan grande y tan próspera cuanto conviene?. Una profecía por cumplirse. Una prosperidad quimérica. Puedo imaginarme a los futuros vecinos reunidos en el centro de nuestra plaza mayor, rodeando la picota, el símbolo del poder español, asistiendo al ritual que luego se redactaría en un acta y al mismísimo Pizarro, el analfabeto, pronunciar la sentencia de la Ciudad de Los Reyes.Pensaremos que sí, que alguna vez, Lima fue próspera, que en el siglo XVII Lima, como capital de un extenso virreinato, gozaba de una enorme riqueza que se ponía de manifiesto cada vez que un rey moría o se coronaba otro. Pensemos en la leyenda de que las calles de la plaza al Callao se adoquinaban de plata y oro para recibir al nuevo virrey. Pensemos que el aumento vertiginoso de la población en ese siglo fue síntoma de prosperidad. Que el aumento de monasterios y conventos en ese mismo siglo fue una reacción a la vida licenciosa y corrupta que el comercio del oro y la plata traía por estos lares. Y, sin embargo, también pensemos que, irónicamente, al interior de los conventos se vivía lujosamente gracias a las dotes de las novicias y a los regalos de los fieles. Una prosperidad que se materializaba en la fundición de los metales, de los cuales, no obstante, solo una parte se quedaba aquí.Esta prosperidad que no duraría mucho. Ya para el siglo XVIII, Lima era una ciudad azotada por los terremotos, dilapidada por la...

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