Nuestros fundamentalistas

Por Juan Monroy Gálvez. Abogado

Fueron fundamentalistas los que destruyeron las Torres Gemelas. Sin embargo, sería un error ignorar que en Occidente también existe esa plaga y en casi todas las áreas, no solo en religión o política.

Obcecados por el éxito material, nos dedicamos con frenesí a devastar la naturaleza. Hemos involucionado en nuestra relación con ella: a diferencia de nuestros antepasados, no nos sentimos parte de la naturaleza, ahora es una zona de combate que debemos dominar y explotar ilimitadamente. ¿Sabremos acaso que el día que ganemos la batalla habremos desaparecido?

Desde la vera estatal la visión descrita se complementa con una actuación mínima. Con fidelidad canina, el Estado se dedica a dos objetivos: aumentar el crecimiento económico y el PBI. Cuando lo consiguen, sus funcionarios presumen de grandes estadistas. Pero, en estricto, solo han aportado la cuota necesaria para que el nuevo orden económico mundial se consolide. Claro, a costa de una mayoría a quien ?por las buenas o por las malas y como predican ciertas religiones? se le pide soportar las desgracias que ?solo? son temporales o terrenales.

Esta incapacidad de sentir por los demás es la esencia del fundamentalismo occidental. Si ya es deplorable en los particulares, se parece mucho a la traición en el caso de los gobernantes. Esto explica que los profesores, los médicos y los jueces sean los parientes desgraciados de un Estado que los desprecia, no solo porque no contribuyen al ?grow up?, sino porque lo perjudican con sus reclamos. Este es el quid: cualquier discusión política que no enfrente esta cuestión ?si se sigue privilegiando la mercancía sobre la persona? es vacua y sinsentido.

Los jueces de Lima acaban de cumplir su tercera semana de huelga. Y...

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