Ni una firma más

Por FernandoTuesta SoldevillaLea mañana en Política aJaime De AlthausEl Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. La denuncia periodística que ha aparecido en estos días en relación con la verificación de firmas nos lleva nuevamente a plantear la pertinencia de este requisito como central en la inscripción de un partido político en nuestro país. A estas alturas no solo no lo es, sino que crea un efecto pernicioso en el sistema político.Si se entrega al organismo electoral una firma y se le solicita que indique si esta es verdadera, lo que hará es encargar a un perito grafológico que la examine, a través de una serie de técnicas propias de su especialidad, para ofrecer su conclusión. Eso consumirá un costo en tiempo y dinero. Pero si se trata de decenas y hasta cientos de miles de firmas, no hay manera de que esto se haga en un tiempo prudencial y a costos razonables. En ningún país se hace esto. Dadas estas limitaciones, lo que sucede es que las firmas de adhesión, que constan en los planillones, se contrastan con la que tiene el Reniec en su base de datos. Si ambas firmas se parecen, se declara ?válida?, que es un tecnicismo que elude decir si es verdadera o falsa, pues, por lo antes señalado, el organismo electoral no lo podría hacer.Por su lado, las organizaciones políticas que buscan su inscripción carecen de capacidad de conseguir firmas de adhesión en un número importante. La gente solo se adhiere si se trata de causas con las que se siente comprometida y simpatiza con ellas. Por eso se ha creado un creciente mercado negro de firmas falsas, de las que muchas de ellas pasarán la verificación, pues se parecerán a las originales, pero no...

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