El fetiche de las fábricas

Hay ciertas afirmaciones solemnes que, de tanto escucharlas y repetirlas, se convierten en ideas incuestionables para muchas personas y se enquistan casi inamoviblemente en la sabiduría popular. Una de ellas es que ?debemos convertirnos en un país industrializado?.El problema de esta idea es que, aplicada dogmáticamente, puede llevarnos a tomar decisiones equivocadas y contraproducentes. Un ejemplo es la política industrial de Velasco, quien tenía una suerte de fetiche por la manufactura. Su ?política de sustitución de importaciones? consistía en restringir el ingreso de productos importados bajo la creencia de que así se desarrollaría una sólida industria nacional. Todos sabemos, por supuesto, a dónde esto llevó a nuestra manufactura: a ninguna parte. Y es que hay que estar seriamente confundido para creer que se puede lograr que un corredor aumente su velocidad retirando al resto de corredores de la carrera.Para bien de la discusión pública, esta semana pasó por Lima alguien que se atrevió a cuestionar el mito de la industrialización: el premio Nobel de Economía Paul Krugman. Él fue categórico sobre este tema y dijo que ?no se preocupen tanto por crear un país destinado a la manufactura. Ustedes ya tienen los recursos para ser exitosos?. Para Krugman, este sería solo un viejo paradigma que hay que descartar.Al premio Nobel no le falta razón. La forma más eficiente de crear riqueza no es necesariamente llenarnos de fábricas, sino permitir que en el Perú se produzca aquello que sea más rentable vender dentro y fuera del país, independientemente de si esto significa desarrollar más nuestro sector primario, nuestra manufactura o nuestros servicios.Podría, por ejemplo, ser más rentable invertir en desarrollar ?call centers? o negocios hoteleros que en instalar fábricas de calzado o de muebles. Y algo similar sucede con el negocio de las materias primas. Se escucha a menudo que debemos lograr que las inversiones migren de la extracción de recursos hacia la manufactura. No obstante, esta idea pasa por alto que usualmente el primer negocio es más rentable y aporta mayor valor agregado que el segundo. El cobre escondido en el subsuelo, por ejemplo, no vale prácticamente nada, pero realizar la enorme proeza de...

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