El falso dilema entre conservación y desarrollo

AutorRodrigo Arce

Producto del pensamiento binario (reducción de la realidad a solo dos opciones posibles y negación de la complejidad) aún se mantienen posiciones que contraponen la conservación y el desarrollo como si fueran aspectos incompatibles.

Bajo el influjo de este paradigma reductor de la realidad se mantienen afirmaciones como: “los ambientalistas no pueden negar nuestro derecho al desarrollo”, “los ambientalistas prefieren los pajaritos que la gente”, “¿Derechos de la naturaleza o derechos de las personas?”, “¿Bajo qué moral pueden pedirnos que conservemos nuestros bosques cuando ellos lo destruyeron para desarrollarse?”, “no todo puede reducirse a lo ambiental” (¿Todo puede reducirse a la economía?), “la legislación ambiental es agresiva”, entre otros dichos que forman parte de las creencias que guían el pensamiento y el accionar de estas personas.

Si se analiza más profundamente la base de este tipo de pensamiento se desprenden los siguientes prejuicios:

- La conservación es solo un tema de ambientalistas.

- Los ambientalistas son enemigos del desarrollo.

- Primero el desarrollo y luego la conservación.

- Si queremos desarrollarnos tenemos que reducir las exigencias ambientalistas.

- Con los beneficios del desarrollo podemos luego reparar los daños a la naturaleza.

- La conservación es insensible con la gente, entre otros.

A estas alturas parecía que el tema de la sostenibilidad parecía ser un concepto totalmente institucionalizado y que ya estaba instalado en nuestra cultura, discurso y narrativa. Más allá de las discusiones sobre la sostenibilidad (que afirman que es un concepto a la carta que se usa según mejor conveniencia) nosotros queremos rescatar el espíritu del balance, del equilibrio, de la ponderación apropiada de las diferentes dimensiones. Bajo esta perspectiva no solo estamos hablando de las perspectivas sociales, ambientales y económicas, sino que expresamente reconocemos las variables institucionales, políticas, legales, psicológicas y culturales. De lo que estamos hablando es de un balance de materia y energía que busca la armonía sobre la base del respeto profundo a toda expresión de vida y los factores que lo sustentan sin afectar su dinámica de producción y reproducción.

Parte del problema es la distorsión del concepto de conservación que ha sido erróneamente tergiversado y que se reduce a su dimensión de protección. Así, para el discurso común la conservación es equivalente a preservación, al no tocar, a la prohibición...

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