Falla general del sistema político

Por AugustoTownsend

Pensar que la crisis política tiene arreglo en el Perú es pecar de ingenuo, no importa cuándo uno afirme tal cosa. Podríamos estar, seis años atrás, intentando explicarle a quienes no están familiarizados con nuestra escena política local, cómo una segunda vuelta entre dos partidos bastante similares en lo programático terminó generando un antagonismo tan visceral cuando uno tomó control del Congreso y el otro del Gobierno.O cómo, cuatro años atrás, tuvimos una renuncia presidencial y al año siguiente una disolución del Congreso, que polarizaron fuertemente al país entre quienes celebraron una, pero no la otra y viceversa, y cómo, cegados por nuestras preferencias coyunturales, fuimos incapaces de reconocer los visos de inconstitucionalidad en ambas. O cómo, entre una y otra cosa, respaldamos mayoritariamente, como si fuera una buena idea, la prohibición de la reelección parlamentaria, para luego quejarnos de todos los Congresos de novatos que vinieron después. O cómo, dos años atrás, tuvimos tres presidentes de la República en un mes.¿Qué inferimos de todo esto? Algunos dirán que tenemos un problema crónico de malos políticos, cuyos pleitos nos mantienen siempre al borde del abismo. Entonces, mejor lo asimilamos como un hecho de la realidad y nos dedicamos a votar por los menos malos y a desplegar toda nuestra rabia o insatisfacción contra los que, por una u otra razón, consideramos peores, más allá de que cualquiera pueda ser tarde o temprano revelado como un delincuente.Esa es nuestra política y no hace falta preguntar si estamos contentos con ella. Pero sí debiéramos estar preguntándonos lo siguiente: ¿estamos entendiendo la verdadera magnitud del problema o solo quejándonos por la manifestación del síntoma? Pues, lo segundo, y por eso seguimos sorprendiéndonos ?hablando de ingenuidad? de cómo con cada nueva elección, las cosas empeoran o cuando menos se mantienen igual de malas.Es como si asumiéramos que la enfermedad no tiene cura y que solo podemos aspirar a sustituir un síntoma por otro. Lo mejor sería que reconozcamos cuanto antes que padecemos un caso severo de disfuncionalidad de nuestro sistema político y que el diagnóstico es terminal para la democracia. Quizá no hoy ni mañana, pero claramente no estamos mejorando y venimos experimentando ya una falla sistémica.Poner esto en el centro de nuestra agenda no significa desplazar otras discusiones de relevancia coyuntural. Perfectamente podríamos estar hablando...

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