La eurozona está viva, pero no está bien

Por Timothy Garton Ash. Historiador

"La crisis del euro ha terminado. La crisis en el euro es muy fuerte”. Son palabras de un veterano político francés. Es posible que la quiebra que está al acecho en Chipre, y que debatieron los dirigentes de la Eurozona esta semana, tras la cena de la cumbre de la UE en Bruselas, le contradiga en cuestión de días. Sin embargo, me da la impresión de que tiene razón, al menos para los próximos uno o dos años.

Alemania y el Banco Central Europeo han hecho justo lo suficiente para convencer a los mercados de que la Eurozona va a sobrevivir por ahora. Pero muchas economías del club euro están todavía en la lista de los enfermos críticos. Algunos países han hecho esfuerzos heroicos, con resultados ya visibles. En España, por ejemplo, los costes laborales ya han disminuido, y las exportaciones están en el nivel más alto de los últimos 30 años. El sufrimiento es inmenso, con un 50% de paro juvenil y una caída del 30%-40% de los precios de la vivienda, pero la gente, mal que bien, está saliendo adelante. Ha habido otras repercusiones políticas, como el deseo de los catalanes de escindirse del Estado español, pero, desde la perspectiva de la política convencional, la situación se ha mantenido bastante centrada: se oye escasa retórica xenófoba y no hay prácticamente nadie que eche la culpa de todo a los inmigrantes.

Lo sucedido en España es una prueba extraordinaria de la capacidad de resistencia de las grandes corrientes políticas establecidas, tan entregadas casi por instinto a la moderación, igual que a su arraigado deseo de seguir formando parte del gran proyecto europeo. ¿Pero cuánto tiempo más van a aguantar? ¿Cuántos años más pueden soportar esas sociedades semejantes niveles de tensión socioeconómica hasta que sus partidos democráticos se vayan hacia los extremos?

Ya hemos visto este peligro con el éxito electoral del partido ultranacionalista, xenófobo y neofascista (por una vez, la etiqueta está justificada) Amanecer Dorado en Grecia. De tipo muy distinto, pero de mayor impacto político, es el punto muerto en el que se encuentra la política italiana, a causa de la división del voto entre el movimiento de protesta del cómico Beppe Grillo, Silvio Berlusconi y la izquierda âademás de un número menor de sufragios para la agrupación de Mario Monti, Monti por Italiaâ y del desigual reparto en las dos cámaras del Parlamento y un empate a escaños entre una cámara y otra que tiene paralizada la reforma en la...

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