Estadio de emergencia

Por Pedro Canelotambién reían. Cada auto carbonizado era celebrado como si fuera un gol. Recostado en un sillón negro, con los arrugados dedos de las manos haciendo conteos inexactos, con la mirada algo extraviada para recuperar las imágenes de un día que preferiría no haber vivido, Pablo Canelo pidió un café cargado antes de descifrar cuántos minutos esperó para salir del Estadio Nacional ese 24 de mayo de 1964. Quizá fueron quince minutos, quizá veinte, hoy no importa esa diferencia, pero ese domingo por la tarde fue una decisión que salvó su vida. Una neblina picante amenazaba las tribunas del estadio. El árbitro uruguayo Ángel Eduardo Pazos ya había anulado un gol a Perú a diez minutos del final del partido ante Argentina. Era el tanto de la clasificación peruana a los Juegos Olímpicos de Tokio. Es historia escrita que Víctor Melasio Campos (?Bomba?) saltó desde la tribuna norte para manifestar enérgico reclamo y que fue desalojado con violencia por los oficiales, también que Argentina ganó 1-0 con gol de Manfredi y que un nervioso coronel Jorge de Azambuja ordenó el lanzamiento de bombas lacrimógenas para detener la invasión al campo. También es conocido que el reporte oficial fue de 312 muertos. Pero afuera del coloso de José Díaz la vida también caminó bamboleante sobre el hilo delgado de las circunstancias.?Me demoré casi cinco horas en volver a casa. La gente se volvió loca?, hace cuenta Pablo. Los informes publicados en el diario El Comercio denunciaron que cientos de jóvenes apenas salieron de las tribunas quemaron los primeros autos estacionados que encontraban a su paso. Carros particulares y hasta buses de la policía fueron carbonizados en medio de gritos contra el árbitro y contra los oficiales de seguridad. Los efectivos se fueron multiplicando, eran poco más de cien al inicio, pero después llegaron a casi medio...

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