Esperando un segundo aire

AutorThe Economist.

Considerando el clima político, las fabricantes occidentales de turbinas eólicas deberían estar volando alto. En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación ofrece beneficios para todo tipo de energías renovables y, a fines de abril, los líderes europeos se comprometieron a elevar la capacidad eólica en el Mar del Norte, desde 100 gigavatios hasta 300 para el 2050. Se prevé un gran futuro para la industria de turbinas, aunque las proyecciones a corto plazo no son tan benignas.

Las cuatro grandes fabricantes occidentales-GE Renewable Energy, Nordex, Siemens Gamesa y Vestas proveen alrededor del 90% del mercado fuera de China. El 2022, sus ingresos sumaron € 42,000 millones (US$ 46,000 millones), pero mientras las operadoras de parques eólicos se beneficiaron de las altas tarifas eléctricas tras la invasión de Rusia a Ucrania, las fabricantes de turbinas registraron cifras en rojo (pérdidas netas de casi € 5,000 millones) y sus proveedoras apenas generaron ganancias.

Hace poco GE Renewable Energy, Nordex y Siemens Gamesa reportaron pérdidas para el primer trimestre de este año. Si bien la mayor, Vestas, obtuvo ganancias por € 16 millones (sobre ventas por €2,800 millones), su CEO, Henrik Andersen, admitió que las condiciones seguían siendo "desafiantes". La dificultad de estas empresas para hacer dinero es resultado de fuerzas del mercado soplando en direcciones opuestas.

Por un lado, los precios de las turbinas han estado bajando. En años recientes, Vestas y sus competidoras se apresuraron en construir turbinas cada vez más grandes que abarataban la capacidad de desarrolladores de parques eólicos, grupo que incluye proveedores de servicios públicos e inversionistas de infraestructura privada. Por el otro, el apetito de estos compradores se ha enfriado ante la dificultad de obtener permisos para instalar tales equipos. El precio promedio por megavatio cayó de € 1 millón a mediados de la década pasada a € 700,000 el 2020.

Desde la firma de un contrato con desarrolladores hasta erigir las turbinas y recibir el pago, pasan tres años en promedio para proyectos en tierra, y cinco para los marítimos, estima Endri Lico, de la consultora Wood Mackenzie. Agrega que, dado que los términos de los contratos son fijos, las fabricantes están expuestas a veleidades del mercado, las que han creado una "tormenta perfecta": alteraciones en las cadenas de suministro, escasez de insumos, inflación, altas tasas de interés y tensiones geopolíticas.

La...

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