Los espacios por ganar

Por Santiago gómez pariente. PeriodistaNo se necesita más que la condición humana y tres o cuatro minutos. Disfrutar una experiencia musical en la ciudad no demanda más que eso. Porque la música funciona como no lo hace ningún arte. Invade al espectador sin pedir permiso y, bien hecha, estremece. La etiqueta de universal no fue pensada en vano.Lo saben ahora las limeñas que el último lunes por la mañana compraron un ticket del tren eléctrico en la estación La Cultura, en San Borja. El escenario montado allí, en medio de las escaleras mecánicas, mató un poco la sorpresa pero igual nadie se ahorró los aplausos y se coreó buena cumbia. Aquel día, como parte de una programa cultural de la empresa Línea 1, el Grupo 5 robó unos minutos a los pasajeros. A cambio, les dejó una súbita experiencia musical de ciudad.La historia de los modernos sistemas de transporte masivo en la capital es cortísima pero ya tiene algunos episodios sonoros memorables. En el 2010, un programa de televisión experimentó grabando sesiones con músicos locales en la Estación Central del Metropolitano. Fueron semanas, quizás meses, en los que cientos de pasajeros llegaron al trabajo o a la casa con la guitarra blues de Francisco Chirinos o la voz de Daniel F. haciendo eco en sus oídos.No debería existir una ciudad sin música. O sin arte que ocurra de repente y rompa la rutina. La referencia absoluta sería el metro de Nueva York y la gestión de la autoridad del transporte de esa ciudad que, desde 1980, selecciona artistas de todo tipo y programa conciertos en las estaciones. Como resultado, la espera y el viaje en esos vagones pueden alcanzar puntos de equilibrio...

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