El esfuerzo es parte de la fe en el Cristo Moreno

Por Luis García Bendezú

Después del mediodía, las nubes que cubren el Centro de Lima se despejan y el Señor de los Milagros sale en procesión desde la Catedral de Lima. A su paso, la multitud morada que llena la Plaza de Armas empieza a avanzar hacia el Jr. Huallaga para seguir el recorrido.

A pie, con bastón, en silla de ruedas, niños en brazos y ancianos encorvados, todos pugnan por acercarse a las andas del Cristo Moreno. Son pocos los que logran llegar hasta la cuerda que sostienen los recios cuadrilleros de la Hermandad del Señor de los Milagros.

En la segunda procesión del año, miles de manos se alzan con las palmas abiertas hacia el Señor. ?Así recibimos las bendiciones. Cristo ve nuestros pecados en las manos?, dice una devota en el jirón Lampa.

Unas doscientas mujeres de velo blanco marchan al frente de la procesión y caminan hacia atrás pues nunca le dan la espalda a su Señor. Las sahumadoras y cantoras de la Hermandad del Señor de los Milagros son celosas con los secretos de su misión. Algunas martirizan sus pies caminando descalzas sobre el ardiente pavimento de un día de sol.

Las voces de las hermanas cantoras se alzan con más claridad que la marcha que ejecuta la banda de la Policía Nacional. Sus cantos hablan de dolor y de gloria, de belleza divina y sumisión. En un cancionero minúsculo, llamado ?Cielo abierto?, guardan las letras de los 17 salmos que entonan.

Para llevar al Señor de los Milagros desde la Catedral hasta el Santuario de Las Nazarenas, en la Av. Tacna, se requieren unos 1.800 cargadores divididos en 20 cuadrillas. Ellos se impacientan en una fila que va al lado de las mujeres.

?Cada 85 metros entra una nueva cuadrilla de 32 hombres; así nos relevamos?, explica Julio César Ramos, miembro de la séptima cuadrilla de la Hermandad del Señor de los Milagros. Según...

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