Enemigos públicos

Por Daniel Peredo. ColumnistaParece que no pero los técnicos juegan. Para bien o para mal son igual de protagonistas que los jugadores. Tienen buenas y malas. Ganan y pierden. El secreto está en valorar y aprender. Los errores del pasado no deben ser una carga sino servir de escuela. Hay una realidad que no se puede subestimar, más allá del indiscutible conocimiento futbolístico, de las capacidades para desarrollar entrenamientos, plantear estrategias y encontrar soluciones que resuelvan momentos adversos de un juego, el entrenador debe sumar manejo de grupo: dirección y liderazgo del vestuario. En Alianza, Wilmar Valencia lo acaba de comprobar, y sufrir, con un resultado costoso.Un técnico bien formado, con conocimiento, trabajo y energía, sus equipos más allá de gustos, no fueron un dechado de virtudes, aunque siempre tuvieron contenido táctico. Sin embargo, puede existir un plan, pero hay que tener credibilidad, fortalecer la relación con el jugador. Convencer es el mérito del entrenador y ejecutar del futbolista. ?El plantel te tiene que ver como alguien honesto y justo?, explicó alguna vez Sabella, el DT de Argentina. Valencia fue siempre jefe y a veces es necesario ser amigo, todos exigen el mismo respeto lo que no significa el mismo trato.Sin perder autoridad, hay que acertar en la gestión del plantel. Un entrenador debe saber ejercer el mando de forma razonable, objetiva y transparente, si algo olfatea con facilidad el grupo es el poder del técnico, en estos tiempos no corresponde ni débil ni autoritario, el vestuario sabe muy bien ponerlos a prueba. Si Valencia tiene un estilo de conducción y no va a modificar, por lo menos...

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