El empresario y la reforma del Estado

Por Juan José Marthans (*)Resulta aleccionador apreciar cómo parte importante de nuestro empresariado toma conciencia acerca de la necesidad de plantearnos metas para el país que trasciendan al corto plazo y de qué manera, adicionalmente, observan con más claridad a la burocracia y la corrupción como factores que atentan contra sus objetivos y metas. Es por ello, entre otras razones, que la encuesta publicada esta semana por Día_1 de El Comercio resulta interesante y llama a reflexión.Tenemos que aceptarlo. Parte de nuestro sector público está ligado a la corrupción y/o ineficiencia. Este es un problema complejo que se ha venido gestando por años. Por ello, pensar que el mismo puede hoy ser superado a través del accionar de un solo gobierno, sin la participación activa del frente privado y sin el establecimiento de una hoja de ruta estructural que propicie su reforma, puede resultar poco realista y efectivo.Si reconocemos que existen reformas estructurales pendientes, cuantiosos déficits de infraestructura y limitada institucionalidad, también debemos reconocer que parte de estas limitaciones se explican, en gran medida, por la poca capacidad y eficiencia que nuestro Estado ha mostrado por años. Este es el problema medular. Lo demás es casi un cuento.En tales circunstancias, alguien se ha preguntado: ¿cuál es el tamaño óptimo del Estado que puede llevarnos a maximizar nuestra tasa de crecimiento del producto bruto interno (PBI) en el mediano y largo plazo?, ¿cómo podemos inducir una progresiva y ordenada eficiencia en la labor de dicho Estado?Nuestro sector público, hoy en día, explica un gasto equivalente al 15% de nuestro PBI. ¿Ese porcentaje es el adecuado? ¿Debería ser mayor o menor? Adicionalmente, en los últimos siete años se estima que el número de trabajadores ligados al sector público se ha incrementado en...

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