Elogio al tamal cusqueño

Por Miguel Ángel Farfán

La mujer que tengo enfrente me ha dado de comer cientos, quizá miles de veces. Pero no me recuerda. Soy, como recitó el poeta cusqueño Washington Delgado, solo un hombre más entre los hombres, uno de los tantos clientes que ella atendió. Julia Huayllani, cabello rojo que nace blanco, rostro carnoso y saludable, manos pequeñas pero contundentes, está sentada en una silla de plástico sobre el césped árido del Campo de Marte. Mistura vive otro de sus días bajo el sol y se escuchan rugidos de cumbia y coros largos de los visitantes, que dicen: ?¡Ummm, qué rico!?. Es el segundo año que Tamales Josefina, marca de Huayllani, participa en la feria. Ella dice, con esa voz dulce de las abuelas de la sierra, que vende centenares de unidades por día y que suele encontrarse con muchos de sus paisanos aquí, personas que nacieron y se criaron en el Cusco pero que emigraron a la capital, como yo.

?Bastantes cusqueños hay. El año pasado hemos vendido cualquier cantidad?, dice, estirando lentamente las frases como si fueran ligas.

Ayer, una clienta de 70 años lloró al probar estos tamales blancos. ?La señora dijo que ese sabor y ese aroma le recordaban su Cusco. Le evocaba su infancia?, dice Huayllani, orgullosa de activar recuerdos. Yo sé lo que es ese sentimiento, ahora que me invita un tamal: el sabor a maíz dulce, que se mezcla con el anís y la pasa borracha en licor, ingresa a mi boca. Este era el bocado obligado en las fiestas que se celebraban en la Plaza de Armas, después de las misas en la Catedral, en mis paseos ?por su puesto?, luego de haber estado en la Biblioteca Municipal, que está cerca del Portal de Belén, donde ella vende desde la década de los 60.

?Esa es mi esquina?, dice, como si fuera una boxeadora. La analogía no está alejada de la realidad. Huayllani es una luchadora cuyas manos defienden una tradición. En estos tiempos de ingenio disparatado en que se hacen tamales de kiwicha y humitas de pisco sour, ella protege su legado.

El presente y el pasadoAntes que Mistura, antes incluso que la señora Julia, existió una mujer, la señora Josefina Ramírez Olivera, madre de seis hijos y esposa de un artesano que hacía velas para los conventos del Cusco. Ella eligió, en 1924, el Portal de Belén como punto de venta de los tamales que hacía. Julia Huayllani, la hija...

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