EDITORIAL

Por Al servicio del país desde 1839

En 1978, Angela Merkel no quería ir a Berlín. Recién graduada, ella y su esposo resolvieron trasladarse a la pequeña ciudad de Ilmenau, en el estado de Turingia, donde la joven física postuló a una plaza como asistente científica en la universidad local. Sus pergaminos eran sobresalientes, pero sus planes se fueron a pique en un puñado de minutos. Tras salir de su entrevista de trabajo, Merkel fue abordada por dos agentes del órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana (RDA), la Stasi. Ambos le preguntaron si quería convertirse en ?colaboradora no oficial? y ella declinó. En la RDA, decirle no al régimen costaba muy caro.?En ese instante, Angela definió el rumbo de su destino?, escribieron al respecto las periodistas colombianas Patricia Salazar y Christina Mendoza en la biografía que publicaron en el 2019 sobre la política.Pocas semanas después, Merkel recibió la noticia de que habían rechazado su solicitud. Tras ello, decidió no evitar más Berlín, la ciudad en la que, años después e imbuida por la atmósfera de esperanza que inundó la capital tras la caída del muro, tomaría la decisión de enrolarse en política; primero, en el grupo Despertar Democrático; luego, en la CDU y, desde allí, hasta el cargo más importante del país, desde donde ?en los últimos 16 años? ha ayudado a moldear no solo a Alemania, sino también a Europa.Hoy, cuando el último de los 60,4 millones de alemanes llamados a sufragar deposite su voto, comenzará el final de la era Merkel. Por supuesto, la dispersión del sufragio que anticipan las encuestas y la compleja arquitectura política del país teutón podrían llevar a que la administración de la canciller se extienda por unos meses más. Sin embargo, lo más probable es que, independientemente de quién la reemplace, Alemania continuará sin sufrir mayores giros de timón.Quizá la mejor manera de describir el mandato de Merkel sea recordando todas las crisis que tuvo que enfrentar y de las que, a pesar de tantísimas críticas, logró salir airosa: el descalabro...

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