Los dos sombreros de Humala

Por Juan Paredes Castro. Editor central de políticaHay una enorme diferencia entre el temor de que algo afecte la confianza económica en el Perú y el relajamiento de que algo afecte la confianza política. La preocupación es notoria por el consiguiente grave problema que supondría recuperar la confianza económica perdida, respecto de la despreocupación de a dónde pueda llegar la desconfianza política.En esta grave dualidad la dinámica del crecimiento hace que la confianza económica siga motivando el respeto que merece en las decisiones del gobierno, lo que no ocurre con la confianza política que parece costar demasiado construirla. Lo sucedido en el país en los últimos 20 años es fácil de entender: la confianza económica se abrió paso, a pulso, con indicadores espectaculares, mientras la confianza política, hasta donde existe, se desliza cada vez más por la pendiente del recelo y la confrontación. Siendo este el drama parece no importarnos el cotidiano deterioro de la confianza política ni el hecho de que quienes deben defenderla y promoverla, empezando por el presidente Ollanta Humala y terminando en los partidos y sus congresistas, suelen zarandearla en la más terrible faceta de contradicciones y confusiones, como nos revela el Caso Toledo.El diálogo del gobierno con los partidos y el comportamiento general del Ejecutivo tienen un poco de eso: el que el presidente aparezca un día con sombrero negro (metafóricamente hablando) para resaltar la importancia de la confianza económica con la minería por delante, y otro día luzca, sin incomodidad alguna, uno rojo, simplemente para ahuyentar la confianza política.Además de reconocer que la confianza económica necesita cada vez más de la confianza política, y al revés...

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