El dolor ?del ?dólar

Por Richard Webb. Director del Instituto Del Perú de la USMP

Los economistas tenemos respuesta para todo. Excepto para el dólar.

Durante la gran recesión de la década de 1930, los países devaluaban sus monedas para favorecer a sus industrias, pero la ventaja se cancelaba cuando el rival hacía lo mismo. Más bien, ambos sufrían de incertidumbre e inflación. De esa experiencia nació la idea de un Fondo Monetario Internacional (FMI) que actuara como policía de los tipos de cambio. Lo ideal, se pensó, era no modificarlos, y solo en situaciones extremas el FMI daría permiso para hacerlo.

El plan duró poco. Incluso el Perú insistió en la libre flotación del cambio, dejando que el mercado lo fijara diariamente. Canadá hizo lo mismo, y juntos nos volvimos un modelo internacional. Años más tarde, Estados Unidos decidió devaluar sin consultar a nadie, y si bien ganó competitividad, abrió la puerta para una fuerte inflación. Sin embargo, otros lo siguieron y el modelo estadounidense se volvió la nueva ortodoxia. Los tipos de cambio fijos pasaron a ser mal vistos, y el FMI, dando una vuelta de 180 grados, se encargaba de imponer la nueva regla. Pero algunos países, como el Chile de Pinochet, seguían convencidos de las ventajas del cambio fijo para luchar contra la recesión e inflación. En el caso de Chile, la religión del cambio fijo desapareció repentinamente con la crisis de la deuda en 1982. De un día a otro, empezó a devaluar agresivamente, y en los años siguientes esa política mejoró su competitividad, impulsó sus exportaciones y contribuyó a lanzar el milagro económico de su país.

En la década de 1980, Estados Unidos cayó nuevamente en recesión y culpó al yen barato. Torciéndole el brazo...

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