Divide y vencerás

No es ningún secreto que los peruanos miramos con suspicacia, por decirlo de alguna manera, a nuestros congresistas. Entre ?robacables?, ?comeoros?, ?robavotos? y almuerzos en Brujas del Cachiche, nuestro Parlamento actual bordea un ?algo incómodo? 70% de desaprobación (una mejora, sin embargo, del 85% al que obtuvo el gobierno anterior). Si sumamos esto al hecho de que en nuestro país, de acuerdo con el Latinobarómetro del 2011, solo un 41% de la población cree que la democracia es el mejor sistema de gobierno, es comprensible que las propuestas sobre un retorno a la bicameralidad sean vistas por muchos como inútiles. ¿Para qué duplicar la ineficiencia, la politiquería y los lobbies? ¿Para qué pagar más por lo mismo?

Estas objeciones, sin embargo, parten de una apreciación errada de lo que significaría la bicameralidad. Contra lo que la intuición nos sugiere, la doble cámara no está allí para multiplicar los problemas y vicios que indudablemente tienen nuestros representantes, sino más bien para ponerles contrapesos y así dificultar su traducción en medidas públicas.

Y es que democracia no es, como muchas veces se cree, simplemente sumar votos. Democracia es, sobre todo, partición del poder y contrapesos que ayuden a garantizar las libertades individuales.

La unicameralidad, lejos de lograr este objetivo, lo pone en peligro. Por un lado, existe siempre la posibilidad de que la oposición, al contar con una mayoría absoluta en el Congreso, se vuelva abusiva, obstruyendo toda capacidad de acción gubernamental y llevando al Ejecutivo a la parálisis, como ya se vio más de una vez en nuestra historia reciente. Por el otro lado, cuando un gobierno con impulsos autoritarios logra apoderarse de la mayoría, el Parlamento suele volverse excesivamente dócil, abandonando su función de limitar el poder del Ejecutivo, como también nos ha sucedido.

La bicameralidad tiene la capacidad de paliar estas amenazas. Al menos cuando se permite que las elecciones para cada cámara se den en dos momentos distintos, reduciendo las posibilidades de que quien tenga mayoría en la Cámara de Diputados la tenga también en el Senado. Con un sistema así, es mucho más difícil que un único partido pueda volverse...

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