El discreto mensaje de Tony Blair

Por Carlos Adrianzén. Decano de la Facultad de Economía de la UPCLo último que necesitábamos, dado el cada vez mayor enfriamiento global, era la elevación de la incertidumbre en la política interna. Embarcados en medio de muchos asuntos peculiares, como el ?impasse? de la jamonada, los rumores de renuncia del ministro de Economía y Finanzas (frente a la ?en algún momento? inminente compra de los activos de Repsol), las iras del folclórico dictador llanero (con su consejero pajaritico incluido) o la pendiente reelección conyugal, las proyecciones sobre el desenvolvimiento futuro de la plaza se han hecho más inciertas, tanto en el país como en el exterior. Esto, en buen español, deprime la inversión privada. No es un tema marginal. Por ello, y para ponderar mejor las cosas, tratemos de dibujar una perspectiva.No hace muchos meses, en medio de una elección presidencial ajustada ?y a pesar de la desigual dotación de recursos (visiblemente favorable a Humala)?, no bastaron las garantías de Vargas Llosa, de Toledo y de la izquierda limeña. Fue necesario que Humala abrazara explícitamente un nuevo programa económico (esa difusa hoja de ruta) y repudiara tácitamente su programa original denominado como la gran transformación: un panfleto lleno de torpezas técnicas e ideas políticas retrotraídas de la hedionda dictadura militar de la década de 1970.Elegido, Humala hizo lo que Tony Blair reconoce que hace alguien que quiere ser popular: no hacer, no enfrentar y repetir algo bonito como que enfatizaría el crecimiento con equidad. A lo largo del primer año de su mandato, la inercia de responsabilidad fiscal heredada del ex ministro Benavides y buenos precios de exportación le facilitaron las cosas y hasta lo hicieron...

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