La deuda de la ciudad con la Costa Verde (y viceversa).

AutorOrtiz De Zevallos, Augusto
CargoLIMA, HORA CERO

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

LA COSTA MARRÓN

La Costa Verde hoy es un espacio residual y negado, sin entidad propia ni verdadero aprovechamiento, tanto que algunos la confunden con una simple pista a la que los buses panorámicos no van, porque Lima, la única capital sudamericana frente al mar, no tiene nada que enseñar allí.

Es una colección descosida de episodios irrelevantes y negocios dudosos junto a los restos de algunas playas que fueron mejores y donde las aguas eran limpias (y parece que lo serán de nuevo). Un Zanjón número dos donde antes se circulaba rápido y ahora ya no. Y donde ahora el Poder Ejecutivo, en acuerdos con alcaldes distritales de su preferencia, ha metido carros que ya no saben por dónde salir?

PARA QUE SEA VERDE

Hay dos verdes posibles para colorearla, pero son muy diferentes y uno de ellos debe prevalecer si la Costa Verde deja de ser marrón. Lo deseable es recuperar el verdor natural. Lo temible es que prevalezca el verde del billete, como hasta hoy.

Tanto el nombre Costa Verde como la ley original y el reglamento priorizan claramente el primer verdor. Allí se nos decía prometedoramente: "Se denomina 'Costa Verde' a la franja del litoral metropolitano, que constituye un ámbito geográfico destinado al cumplimiento de un rol social en la ciudad de Lima". Estableciendo sin duda para el litoral urbano una finalidad y un objetivo. Queda claro entonces que se trata de un espacio público, y no solo en la propiedad de su suelo sino además en su destino. Al cabo de quince años, se evidencia que el encargo que hacían la ley y su reglamento es muy diferente a lo que se ha hecho. Hoy es un zafarrancho sin verdadero valor para la ciudad. Guetos exclusivos y caros donde el producto ofrecido es la exclusión, llamada exclusividad.

SE DEBE CORREGIR LA LEY

Un error clarísimo de la ley, después del toro con el que declara que el litoral es un recurso metropolitano destinado a un fin social, fue entregar la propiedad del suelo público a los distritos, porque entonces estos confunden el sentido integrador de un litoral destinado a la recreación y al bienestar de todos con sus afanes locales, tanto de protagonismo como de tener la llave para inversiones rentables que cada alcalde distrital pacta por su lado y a su aire.

Eso convierte a la Autoridad de la Costa Verde en una autoridad sin autoridad, en un árbitro sin pito. No le hacen caso. No tiene plata. No maneja suelo. Y sus aprobaciones o desaprobaciones son también papel mojado. Peor aún, recientemente, como la Costa Verde es un paisaje fotogénico y televisivo por excelencia, el gobierno central le mete mano y hace lo que quiere, porque allí sí hay plata y poderes reales que reemplazan a los que son verdaderamente competentes. Y así se insiste, desde el gobierno central, en distritalizar decisiones y gastos en...

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