Y después del intento, ¿qué?

Por Ernesto Velit Granda. Analista político

Sinceramente, durante la campaña por la frustrada revocación de la alcaldesa Villarán hubo muchas ocasiones en que creímos que Lima era el manicomio del Perú.

La irresponsabilidad de los promotores de la revocación, los públicos y los clandestinos, la intolerancia con el destino de la ciudad, el silencio del Gobierno Central como si Lima fuera la capital de la nada, todo ello rompía cualquier esquema.

Este nuevo oficio, de revocador mercenario, es una amenaza a la estabilidad institucional del país. Es una forma de sicariato encargado por quien no gusta aparecer sino, solamente, financiar la ejecución y después cobrar beneficios.

El compromiso es defenestrar a las autoridades legítimas para facilitar el ingreso de los filibusteros que acechan esperando el abordaje. No hemos encontrado lógica alguna en la, por ejemplo, inexplicable intervención del Apra a favor de una posición que estaba a contramano de sus principios políticos más elementales.

Lo dijimos, el Apra perdía cualquiera fuese el resultado. Era el partido que más arriesgaba. Justificar su triste papel ante su militancia será difícil. Ante el país, imposible. Nuestro pueblo ha dado su veredicto. Ha confirmado a la autoridad que eligió y ha enviado a los hornos crematorios a los aventureros que buscaban aprovecharse de una democracia con demasiadas grietas.

Sin embargo, es necesario plantearse la pregunta: Y después del intento, ¿qué? Creemos que hay que hacer reajustes en la administración municipal, unos más importantes que otros. Por ejemplo, se impone un gobierno de la ciudad plural y consensuado. Un gobierno en el que las minorías no sean solamente fiscalizadoras de lo que hacen los responsables, sino partícipes activos con obligaciones concretas a cumplir en nombre del partido que representan.

Ya no puede gobernarse Lima como si nada hubiera pasado. La derrota de los conjurados impone estrategias renovadas que recojan enseñanzas a...

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